Alucinadas II: las autoras a la conquista de un lugar propio en la ciencia ficción en español

La espera por fin ha terminado y tengo entre mis manos Alucinadas II, la segunda antología de relatos de ciencia ficción escritos por mujeres en español que Palabaristas y Sportula publicarán esta misma semana. Siento emoción al comenzar a leer y recuerdo aquella primera antología, la que apareció en diciembre del 2014, que ayudé a editar y que tantas alegrías nos ha dado. Me maravilla que la máquina siga en marcha, que más autoras hayan acudido a la llamada, y que nuevas voces —y otras no tan nuevas— nos descubran historias tan originales como bien escritas.alucinadas_ii_4985_txZZt4fR

Las editoras de esta obra, Sara Antuña y Ana Díaz Eiriz, han seleccionado relatos de gran calidad, que trasportan al lector a distopías, a Tierras futuras, a planetas alejados pero extraordinariamente parecidos al nuestro, a siglos pasados alternativos, y a lugares fuera del espacio y el tiempo. La estupenda portada, obra de Díaz Eiriz, representa un rostro alienígena que contempla a quien tiene enfrente, desde el infinito de sus ojos, y que intuimos es de un ser femenino. Esta ilustración representa perfectamente la idea de la femineidad como pilar del universo (nótese la torre en la que aparece que reposan los nombres de las autoras).

Después de una introducción ingeniosa y muy esclarecedora de parte de las editoras, Susana Arroyo y Silvia Schettin —FataLibelli— desarrollan uno de los mejores prólogos que he leído en mucho tiempo. No es raro, puesto que tienen práctica con los estupendos textos con los que introducen las obras que publican. En este ahondan en la dinámica histórica del negocio literario, concretamente en el papel fundamental de las narradoras a la hora de establecer un género como el de la novela en el siglo XIX. Arroyo y Schettin explican cómo la popularidad que fue adquiriendo este género implicó su progresiva “masculinación”, y los nombres y esfuerzos de las escritoras comenzaron a verse relegados hasta ser casi completamente ensombrecidos por el de los escritores.

La antología se abre con el relato ganador del premio de esta edición: “Historia y cronología del universo” de la granadina Almijara Barbero Carvajal. Con un estilo preciso y valiente, y sabor a Bradbury, a Pratchett y a Cortázar, la autora crea una cosmogonía que a veces es sueño, otras, un espectáculo de sombras chinescas, a ratos, fábula y siempre, un relato weird. Esta es una narradora a quien conviene seguir la pista.

“Wirik Es” es el cuento de la argentina Alejandra Decurgez, que ya se quedó a las puertas de entrar en la antología anterior con una historia ambientada en el mismo universo de seres híbridos creados para satisfacer las necesidades de los humanos. La escritora demuestra que sabe crear una atmósfera inquietante mediante personajes que, a pesar de no ser humanos, despliegan las mismas emociones y miedos: El Otro, a fin de cuentas, no es tan diferente. Y ¿no seremos nosotros el Otro?

“Las dos puertas de Tebas” de MA Astrid es una historia ciberpunk en la que la trama avanza a través de un potente flash back. Genios de la programación, poderosas corporaciones, conspiraciones para controlar recursos poderosos, asesinatos, mentiras y una acción vertiginosos son los ingredientes de esta historia.

La autora cubana Maileis González Fernández firma “Seudo”. En este relato se adivinan ecos de Borges (ese mundo lleno de niveles, como aquella otra biblioteca infinita) y de Aldous Huxley, y se describe una sociedad distópica que habita el Gran Edificio, compuesto por un número indeterminado de pisos a los que se accede a través del Ascensor. En esta civilización la biotecnología consigue modificar la fisiología humana para crear seres que no necesitan comer o dormir, inhibidos sexualmente para realizar tareas perennes.

“Francine (borrador para la conferencia de setiembre)” de María Antonia Martí Escayol es una deliciosa historia que rezuma Steampunk y especulación filosófica, una de las señas de identidad de la ciencia ficción más comprometida. Como el título indica, la historia se despliega en forma de borrador de un texto divulgativo, con voluntad y estilo objetivos. Sin embargo, esa objetividad formal no impide a la autora abordar en profundidad temas de antropología filosófica con una delicadeza admirable.

Laura Fernández en “¿Acaso soy una especie de monstruo, señor Pallcker?” es capaz de hacer una de las cosas más difíciles en ciencia ficción: utilizar el humor como instrumento de crítica social y cultural sin caer en fórmulas agotadas. La catalana construye una aventura detectivesca delirante, plagada de estereotipos y situaciones surrealistas, que demuestra que es posible contar historias ocurrentes sobre planetas lejanos con originalidad e inteligencia.

“El ídolo de Marte” de la mallorquina Julia Sauleda Surís explora el sentimiento de soledad y aislamiento del ser humano. Se trata de narrar la historia de seres humanos inadaptados, gentes que después de una larga trayectoria lejos de sus hogares se transforman de tal manera que, una vez de vuelta, son incapaces de asumir sus vidas antiguas, todo ello aderezado con las notas de xenofobia ante otra especie inteligente diferente.

“¿Quieres jugar?” de Verónica Barrasa Ramos sumerge al lector en una historia ciberpunk con referencias a Matrix o Mr. Robot, donde las apariencias engañan y la realidad puede ser mucho más compleja de lo que parece en un principio. De nuevo, como en los otros cuentos ciberpunk de la antología, las relaciones personales son el desencadenante de los conflictos que cuestionan esa realidad.

La madrileña Sofía Rhei es la única autora incluida en la anterior antología de Alucinadas que suscribe un cuento en esta: “Informe de aprendizaje”. De nuevo encontramos un interés por el lenguaje, esta vez aplicado al mundo de la traducción inter-especies. Contada con humor y con el buen hacer de la autora, como si de un informe se tratara, consigue desmenuzar las particularidades culturales de una raza alienígena inteligente, desde el punto de vista de las relaciones sentimentales y sociales que se forman en el proceso de aprendizaje de un idioma altamente complejo.

La antología se cierra con “Cuestión de tiempo” de Susana Vallejo. El monólogo trastornado de una persona torturada nos introduce en las vidas de un grupo de hackers hasta descubrir una red de intereses creados para controlar tecnologías capaces de manipular y controlar a las masas. Es una narración valiente, muy bien contada, en primera persona, y sin pausas que atrapa al lector, y es capaz de transmitir el delirio de una persona bajos los efectos del dolor y las sustancias químicas.

En resumen, Alucinadas II es una magnífica playlist de historias con temáticas de plena actualidad en la que los lectores encontrarán buen hacer de la mano de un puñado de autoras de ambos lados del Atlántico. No os la podéis perder en su versión digital a través de Lektu o en papel en la editorial Sportula.

 

 

 

 

 

 

 

Kafka y los adolescentes: La chica zombie de Laura Fernández

El blog ha roto con su novio. Otra vez. Es la trigésimo sexta vez. Se han devuelto de nuevo los Twitts de amor, se han bloqueado mutuamente en las redes sociales y han cambiado su estado sentimental en Facebook de “en una relación” a “soltero”. Ahora que lo pienso, no sé si ha roto con el mismo o con algún otro. Y es que el blog ha salido con portales, motores de búsqueda, listas de música, y aplicaciones de todo tipo y condición. A lo mejor está enganchado a la idea de tener pareja.

Le recomiendo que se dé un tiempo y que permanezca sin compromiso durante una temporada. Así podrá recuperar la confianza en sí mismo y demostrarse que no depende emocionalmente de nadie, le digo. Me mira como si le estuviera proponiendo untarse de azúcar y meterse en un panal. Desisto de mis buenas intenciones. Ya no sé qué con este blog adolescente.

La adolescencia es la etapa de la vida en la que somos más vulnerables. Pensaréis que me he equivocado, que se trata de la niñez, y quizás tengáis razón: cuando somos niños, es fácil hacernos daño y no podemos defendernos, lo que ocurre es que nos somos conscientes de ello. En el momento en que empezamos a ser conscientes de nuestra vulnerabilidad, entramos en la adolescencia y por eso digo que somos más frágiles. Antes, de niños, lo éramos y cuando la juventud asoma, encima, lo sabemos.

Todo lo anterior viene a cuento porque, aparte de tener que soportar la cara avinagrada del blog tras su fracaso sentimental, acabo de leer La chica zombie de Laura Fernández por recomendación de un amigo cuya magnífica reseña podéis ver aquí http://ilium.qdony.net/?p=3359 . Y sí, es un libro que trata sobre muchas cosas, pero no sobre zombis. O, al menos, no los de las superproducciones de Hollywood, con su maquillaje super-realista y sus efectos especiales carísimos. En la historia que cuenta Fernández el maquillaje es de tienda de chinos y la gente se viste en las rebajas. No hay presupuesto para un departamento de arte con criaturas y escenarios generados por ordenador. Ni falta que hace.

La chica zombie es una fábula fantástica sobre una etapa no menos fantástica de la vida, en la que realidad y ficción se mezclan, cualquier suceso es sobre-analizado hasta la saciedad y la falta de comunicación revela el aislamiento al que podemos llegar, aún cuando estamos rodeados de nuestra familia o de personas de nuestra misma edad. Es como si uno se sintiera enfocado por millones de cámaras o forzado a vivir en la platina de un microscopio. Y la realidad no es menos cierta por pertenecer al reino de los fantástico.

Erin Fancher es una adolescente con nombre de chica norteamericana que vive en una ciudad de los EE.UU y va a un instituto como los que salen en las series yanquis. Su vida se sucede como un cúmulo de estereotipos. Un acontecimiento extraordinario la transforma en algo repugnante: no sabe qué le sucede, desconoce cómo volver a la normalidad y, lo peor, teme que los demás se den cuenta. ¿Os suena? ¿A que cualquier podría recordar un momento en su adolescencia que se sintió así?

Precisamente por eso afirmo que se trata de una fábula sobre la sociedad en general y la adolescencia en particular. Porque aunque haya una clara protagonista, existen más de una docena de personajes que convierten la obra en una novela coral, con tramas que se entrelazan y juguetean las unas con las otras. Me hubiera gustado que algunas de ellas hubieran tenido una resolución más cerrada, pero la autora no debió considerar importante lo que a mí me gustara. Normal, tampoco me conoce.

Shirley Perenchio es la chica más popular del instituto sin necesidad de ser animadora, Velma Ellis es la profesora solterona de Lengua, Rigan Sanders es el director “con desafíos horizontales” del instituto Robert Mitchum de Elron, Billy Servant es el empollón enamorado. Todos los nombres propios de la novela resultan lo suficientemente familiares como para identificar la historia como un pastiche de las historias de instituto norteamericanas sin llegar a ser plagios baratos. Es imposible no pensar en The Breakfast Club (1985), Ferris Bueller’s Day Off (1986) o incluso Dazed and Confused (1993). Confieso que no podía evitar pensar en Molly Rinwald cada vez que Erin aparecía entre las páginas de La chica zombie.

Una de las cuestiones que la historia aborda es la inseguridad como seña de identidad de los tiempos modernos. ¿Son los adolescentes más inseguros que los adultos? Según Laura Fernández, los complejos, los miedos y las perturbaciones emocionales son el denominador común de la sociedad actual en la que el individuo se repliega sobre sí mismo e interpreta la realidad a partir de las expectativas del grupo/s al/a los que pertenece. En este sentido, se rompen las barreras generacionales, y jóvenes y menos jóvenes comparten las mismas fuentes de inestabilidad, desde la depresión a la ansiedad, pasando por la paranoia y un abanico de sesgos cognitivos exagerados. He oído hablar a Laura Fernández del origen kafkiano de la obra, un cuento de metamorfosis somatizada que revela los engranajes ocultos de la psicología humana.

En La chica zombie lo que resulta más llamativo no es que los adolescentes concentren el 99% de su atención a sus relaciones interpersonales, sino que los adultos lo hagan y vean comprometida su salud mental. El fracaso es más patente cuando uno no ha sido capaz de cumplir con sus propias expectativas, las de sus familiares y las de su entorno ante la vida una vez que ha adquirido, supuestamente, independencia económica y autonomía a la hora de tomar decisiones.

Los personajes creados por Laura Fernández son remedos de categorías sociales reconocidas universalmente, pero su frescura estriba en la falta de pretensiones con las que se presentan, por obra y gracia de la autora. El ritmo del texto es endiablado, con auto-referencias irónicas y la sensación de estar montados en una montaña rusa emocional de la que el lector se convierte en testigo y cómplice. No importa que la historia y el comportamiento de los personajes sea hasta cierto punto bastante predecibles, porque lo que la autora busca es precisamente eso: apelar a la familiaridad del escenario, de la trama y de los actores para presentar una imagen clara de una realidad deformada por el peso de las reglas sociales sobre lo que es aceptable y lo que no. ¿O quizás sea una imagen deformada de una realidad prístina?

Las palabrotas, expresiones soeces y referencias repetidas al sexo oral que acampan a sus anchas en el texto intentan reflejar el sofisticado vocabulario juvenil capaz de expresar una miríada de conceptos con una palabra. “Joder” es el comodín de la baraja, el término elocuente con propiedades cuasi-mágicas capaz de transmitir sorpresa, desasosiego, asco, excitación, lástima, empatía y decenas de sentimientos púberes.

La chica zombie es una novela sobre adolescentes pero no creo que su público sean éstos. Una audiencia más madura podrá reconocer lugares y situaciones comunes y tendrá más material para relativizar sobre temas como la búsqueda de la propia identidad y esos ritos de iniciación para penetrar oficialmente en la edad adulta, lo que en literatura se conoce como bildungsroman. ¿Por qué? Porque se supone que ya habrá pasado por esta fase, aunque a juzgar por el universo creado por Fernández, quizás aún no la hayan superado.

Esta novela es entretenida, destila humor inteligente con una estructura y una prosa sin pretensiones. Lo anterior parece una obviedad pero no lo es. Es increíble la cantidad de obras “serias” con todos sus elementos cuidadosamente pensados y tricotados para dejar huella y convertirse en referentes, con la profundidad de los temas que plantean. A veces, el guiño, la ironía sagazmente empleada y la frescura que aporta la ausencia de ínfulas consigue atraer al lector y hacerle pasar un rato agradable… memorable añadiría yo.

El blog se ha puesto ha escuchar música de Marilyn Manson y se empeña a que yo también la “disfrute” porque ha subido el volumen al máximo. ¿Tocará hacer frente a otra denuncia por parte de los vecinos? Lo veremos en el próximo episodio.