Reseña: «Pronto será de noche» de Jesús Cañadas

Esto no es una reseña: es la crónica de una lectura.

El libro descansa encima de la mesa. Su cubierta es sombría y desestabilizante, solo un par de símbolos en tonos oscuros, casi goyescos. Abres y el negro se traga tus ojos: hay un toro blanco en campo de noche con una cruz grabada a hierro. Paso la página y sigue la oscuridad.

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Foto de MeetMr.Campbell http://meetmrcampbell.com

Ahora es la osamenta de un carnero.

Arriba, la palabra “Insomnia”. Abajo, “Valdemar”.

Llega la historia y empieza la sed que me acompañará todo el camino. El papel irradia un calor infernal que me quema la glotis y araña mis cuerdas vocales: descubro la anatomía de mi propia garganta desde la primera página.

Intento salivar para aliviar la sensación de deshidratación.

No lo consigo y me dirijo a la cocina.

Me paro delante del congelador y meto la mano en el recipiente que mantengo lleno de cubitos de hielo. Tomo un par de ellos y me humedezco los labios. Sitúo los hielos sobre la lengua y dejo que se vayan deshaciendo, saboreando el agua fría que desprenden, dejando que los hilos de plata enjuaguen mi garganta sedienta.

Leo nombres: Samuel, Ruth, Alicia, Abreu, Alfonso, “el hippie”, Tote, David, Inés, el médico, Cándido, Gzhala.

Son los personajes.

Hay una carretera infinita.

El calor aplasta varias filas de coches contra el asfalto durante decenas de kilómetros, como una inmensa cremallera que rompe la tierra en dos y deja ver sus entrañas.

Puedo oír a las moscas sobrevolando las escenas de día, y a las cigarras estridulando desde los márgenes cuando la acción sucede de noche.

La muerte es la autoestopista de este viaje estático, una presencia inmanente que arropa a cada personaje con el amor de una madre entregada. Cada uno de los personajes tiene su infierno personal, que es su coche, en el que permanecen encerrados con una obstinación inexplicable.

Huele a neumático recalentado, a alquitrán derretido, a gasolina quemada, a orines y a sudor. La humanidad y el paisaje se van licuando en este corredor de la muerte a cielo abierto.

Se dejan sentir Cortázar y Rulfo, pero el drama podría ser también lorquiano, uno de esas tragedias que inciden en la raíz de nuestro inconsciente colectivo.

Cada noche trae un asesinato, y cada día, nuevos sospechosos.

Este thriller ibérico va dejando un reguero de cadáveres que empieza a apestar y yo solo quiero saber quién va a seguir vivo mañana. A veces parece que los personajes me estén gritando desde las páginas para que les ayude, para que les pase unos buches de agua, para que corra a la página 253 y les diga si Cañadas los ha indultado.

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Ninguno quiere morir, a pesar de estar sumergidos en un mal sueño, pegajoso, que no parece terminar nunca.

Voy contando esqueletos. Uno a uno, los personajes van cayendo, a veces solos… otras, viajan con más muertos en el maletero.

Hacia el final, hay un momento en que algunos abandonan sus coches y se adentran en la cuneta, recorriendo varios kilómetros para encontrar la locura bailando en unas ruinas cercanas. Los locos no tienen miedo a morir, como si eso les sirviera de amuleto contra la muerte.

Pero en esta historia nadie está a salvo.

Me pregunto si yo lo estoy.

Entonces escucho quejidos infantiles: uno, tres, quince… cincuenta y dos y, de pronto, las llamas envuelven la escena. El fuego me quema las pestañas si me acerco demasiado a las páginas, y huele a piel abrasada, a huesos calcinados, a grasa asada. Piras de cuerpos que se retuercen entre los naranjas y los amarillos, aullidos de dolor que rompen el silencio de la noche.

Quiero que el atasco termine de una vez, que los motores arranquen y me saquen de este tanatorio.

Quiero, necesito, me urge un final, aunque no sea feliz.

No me interesa que el protagonista encuentre el amor, o que alguna ayuda llegue. Solo quiero que esto termine, que la sed me abandone y que el dolor cese para los personajes.

Morir es hermoso, cuando la vida implica un sufrimiento inhumano.

Maldigo a Cañadas y los personajes lo maldicen conmigo. ¿No podías haber escrito una de aventuras? Sí, hombre, una de esas historias donde el bueno se redime después de pasar por incontables pruebas y los villanos se reconocen por su maldad cáustica.

En esta novela, todos pierden. Quizás lleven muertos mucho tiempo y este sea el limbo donde los has llevado para volverme loca, autor.

Llego a la última página.

La historia concluye en letras impresas, pero sigue desarrollándose en los recovecos más ocultos de mi mente.

¿Qué me has hecho, Cañadas?

¿A dónde me han llevado tus palabras?

He aprendido que el fin del mundo está a la vuelta de cualquier curva, que no hace falta castillos embrujados o casas encantadas para que el mal se ponga al volante de la realidad.

La realidad es el mal, Cañadas, y tú, su escribiente.

Afuera, las sombras se dilatan y devoran los contornos de mi campo de visión. Permanezco acurrucada algún tiempo, en el suelo de la cocina, cerca de mis reservas de agua. Si me muevo, sé que los muertos del libro vendrán a visitarme, estoy segura. Sus figuras se recortarán contra la luz mortecina de este atardecer y me pedirán explicaciones ¿por qué no nos ayudaste? ¿por qué seguiste leyendo?

Resistiré aquí hasta que la luz desaparezca y no puedan formarse ante mis ojos, por eso los mantengo cerrados.

Cuento los minutos para poder entrar en la seguridad que proporciona la oscuridad.

El libro me acompaña en este suelo, objeto repulsivo del que no puedo desprenderme.

Entreabro los párpados y empiezo a calmarme.

Parece que, pronto, será de noche.

Tres días y medio en la LonCon3

Y llegó la LonCon3, y fuimos a la capital del la Gran Bretaña y respiramos el delicioso aire contaminado de sus calles superpobladas, su comida de cartón piedra y la vivacidad de esa culebra que se llama The Tube, aunque se parezca sospechosamente al metro de toda la vida.

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El Fantascopio menos dos de sus componentes

Lo mejor de la LonCon: la gente, sin duda. Conocer a viejos amigos virtuales fue un placer, compartir café y croissants (gracias por, ejem, “invitarme” a desayunar Elías, Josep María, Miquel, Pedro, Leti, Pablo, Yolanda), compartir risas en el stand dedicado a la BCon2016, descubrir en vivo y en directo a las FataLibelli (Silvia y Susana, Susana y Silvia), hablar y reírme mucho con Jesús Cañadas (si, el de Los Nombres Muertos).

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Marian y James Womack, las mentes detrás de la editorial Nevsky

Fue increíble comprobar cómo la ciencia ficción y la fantasía, y en menor medida el terror, atraen a miles de fans a una convención repleta de paneles, lecturas, firmas de libros, exposiciones y representaciones. La Armada Española con la que nos presentamos en este evento, se completaba con la imprescindible presencia de Marian y James Womack, las mentes detrás de la editorial Nevsky, que actuaron como panelistas en dos sesiones dedicadas al steampunk y a la traducción. Tuve tiempo de hablar bastante con Marian, a la que conocí a través de la convocatoria The Best of Spanish Steampunk, y pude comprobar que tenemos muchas cosas en común. También pudimos conocer en persona a Cristina Macía, Ian Watson y Alejo Cuervo, que estaban defendiendo la candidatura de Barcelona como sede de la Eurocon de 2016 (que tras cruzar los dedos y sacrificar corderos a los dioses, prueba superada). Con Cristina pude hablar largo y tendido sobre nuestro proyecto Alucinadas 2014, una iniciativa muy ilusionante que está tomando forma poco a poco y sobre la que tenemos muchos planes.

El primer día, después de acreditarme, empecé la maratón de asistencia a paneles. A veces era difícil escoger porque se celebraban más de quince al mismo tiempo, todos muy interesantes, y que contaban entre sus panelistas a autores, podcasters, editores, bloggers, o fans venidos del mundo entero.

Uno de los paneles que más me gustó fue el dedicado a las naves generacionales, con la maravillosa Pat Cadigan entre otros, una sesión interactiva de hora y media en la que el público intervino para imaginar junto con los panelistas cómo sería la tripulación de una nave generacional. Se habló de los desafíos que surgirían de vivir en un sistema cerrado, de los problemas éticos que aparecerían cuando nacieran humanos con deficiencias físicas y/o psíquicas, del control de la natalidad y de la necesidad de componer la tripulación con personas con una preparación científico-técnica. También se planteó la importancia de poner a disposición de los habitantes de esa nave todo el saber artístico para minimizar su aburrimiento, estimular la creatividad y contribuir al desarrollo de las artes. Como me pareció un poco injusto y simplista componer enteramente la población de una nave de científicos, pregunté al panel cómo iban a desarrollar las artes en una nave sin ninguna persona con conocimientos en ese terreno y estuvieron de acuerdo al final en incluir gentes con conocimientos artísticos.

Otro de los paneles más destacables estuvo dedicado al debate sobre los lenguajes universales. En él intervinieron entre otros la escritora Aliette de Bodard y la traductora Anna Feruglio Dal Dan, que hablaron de cómo el inglés se está convirtiendo en una suerte de lengua obligada para poder ser publicado por su carácter hegemónico desde el punto de vista económico. Se discutió sobre el esperanto, el latín, o el desarrollo de ciertos idiomas modernos para facilitar la unificación política de ciertos territorios, como en el italiano actual.

IMG_1831El segundo día llegué más tarde de lo que tenía previsto y solo pude entrar al final del panel sobre ambigüedad en ciencia ficción y fantasía en el que participaba la escritora Nina Allan. La razón por la que me retrasé es porque tuve la oportunidad de conversar unos minutos con Alistair Reynolds, al que entrevisté hace un par de años para el blog y que conocí en la FestLit de Dubai. Estaba sentado con un señor cuya cara me sonaba y que no reconocí hasta no leer su nombre en la etiqueta. Era Kim Stanley Robinson. No pude dejar de preguntarles sobre el tema de las naves generacionales. Robinson comentó que su próxima novela trata precisamente ese tema y también hablamos brevemente sobre escribir ciencia ficción sin tener una formación científica. Como veréis, esta conversación bien vale llegar tarde.

Enseguida entré al panel sobre antologías feministas de ciencia ficción, moderado por Ann Vandermeer y con Alex Dally MacFarlane (editora de The Mammoth Book of SF Stories by Women (Constable & Robinson, 2014), Alisa Krasnostein y Julia Rios (editoras de la editorial australiana Twelfth Planet Press), y Jeanne Gomoll (veterana organizadora de las WisCon, convenciones mundiales de ciencia ficción feminista). Desde hace décadas existe en el mercado anglosajón una tradición de antologías de relatos de temática feminista, así como colecciones dedicadas a publicar los trabajos de las mujeres, algo de lo que carecemos en el mercado de habla española.

Pude conocer a Daryl Gregory, el autor de la estupenda Stony Mayhall, en su firma de libros. Además de ser muy amable y cercano, contestó a varias preguntas relacionadas con los personajes de esta obra y su posible traducción a otros idiomas, además de adelantar detalles sobre su próxima novela.

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Lauren Beukes firmándome «Broken Monsters»

También tuve la ocasión de hablar brevemente con Lauren Beukes, que también estaba firmando sus obras. Aparte de escribirme una preciosa dedicatoria en Broken Monsters, su última novela, le pregunté sobre su elección de Chicago como escenario para Las Luminosas, una ciudad donde viví varios años, y me contestó que no había querido ambientarla en Sudáfrica para evitar polémicas políticas.

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Mr. Cañadas en todo su esplendor

La jornada se animó con el café-charla con Jesús Cañadas. Fue estupendo entablar una conversación con él y con fandomitas de otros países que hablaron sobre las dificultades para encontrar editorial cuando se es un escritor novel o la importancia de ser publicado en inglés para darse a conocer dentro del género.

El tercer día asistí a un estupendo panel moderado por Jeff Vandermeer sobre resistencia imaginativa, con Daryl Gregory, Pat Cadigan, Robert Jackson Bennet y Sarita Robinson. En él se discutió sobre las temáticas que más rechazo generan entre autores y lectores, incluso en géneros que pudieran parecer tan transgresores como la ciencia ficción, la fantasía y el terror.

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Rochita Loenen-Ruiz

Entre panel y panel, tuve la suerte de encontrarme con Rochita Loenen-Ruiz, una escritora de ciencia ficción y fantasía filipina afincada en los Países Bajos que también he entrevistado para el blog. Desafortunadamente no tuvimos tiempo más que para charlar unos minutos, lo mismo que con Noura al-Noman, otra autora que ha parecido en las páginas del blog y que me habló con mucho entusiasmo sobre el steampunk y su interés por incorporarlo a la literatura fantástica árabe.

Atendí con mucha atención el panel en el que participó un amigo, y miembro de El Fantascopio, Elías Combarro (miembro del podcast Los VerdHugos, articulista y comandante del blog bilingue Sense of Wonder) sobre la dimensión política de las reseñas. Elías habló del estado de las reseñas literarias de género en España, destacó el carácter político de la elección de títulos para reseñarlos y compartió con el resto de asistentes su intensa experiencia como reseñador. En el panel también participaron Abigail Nussbaum, editora de reseñas para Strange Horizons, Tansy Rayner Roberts, novelista australiana y podcaster de Galactic Suburbia, y Alisa Krasnostein, mencionada anteriormente y podcaster también de Galactic Suburbia.

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Jeff Vandermeer himself

Uno de los momentos cumbre de la LonCon fue cuando pude conocer a Jeff Vandermeer, uno de los autores del new weird que más admiro (China, no te pongas celoso). Además de firmarme su Wonderbook, estuvimos hablando varios minutos sobre construcción de personajes en su novela Shriek: An Afterword, una obra estilísticamente compleja que resultó ser de las favoritas de Vandermeer.

También tuve la oportunidad de conocer e intercambiar impresiones con Lavie Tidhar, autor israelí del new weird, cuyas novelas y relatos son de lo más interesante que ha aparecido últimamente en el panorama literario. Venía agotado, porque acaba de tener un hijo, y se le veía con necesidad de tomarse unas buenas vacaciones. A su lado firmaba libros Ian Watson, que estuvo tan divertido y amable como siempre y que resultó ser una caja de sorpresas.

Mención especial tuvo el encuentro de la Armada Española con Aliette de Bodard, una escritora que había conocido en persona el verano pasado en París y que se mostró muy accesible y simpática con nosotros. Aliette es ganadora del Nébula y su historia «Separados por las aguas del río celeste» está incluida en la antología Terranova II. Me asombró su estupendo nivel de español y su capacidad para mantener una conversación en nuestro idioma al tiempo que atendía a su pequeño hijo.

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Panel sobre la ciencia ficción en España

El panel dedicado a la ciencia ficción en español, contó con la participación de Elías Combarro, Miquel Codony (compañero de El Fantascopio, miembro del podcast Los VerdHugos y del colectivo Uranik, ex community manager de RBA Fantástica, comandante del blog La Biblioteca de Ilium y videopodcaster de El Spoiler Club), Leticia Lara (compañera de El Fantascopio, miembro del podcast Los VerdHugos, editora de la antología Alucinadas 2014, comandante del blog Fantástica Ficción, y miembro del jurado del premio Domingo de Santos) y Susana Arroyo (una de las fundadoras de la editorial online FataLibelli), además de una servidora, y fue moderado por la traductora Sue Burke. Fue una lástima que durara solo una hora escasa porque se estableció una interesante conversación con los asistentes que preguntaron sobre recientes distopías publicadas en nuestro país, obras sobre el cambio climático o la actualidad política, y obras españolas de género traducidas al inglés. Salieron a relucir nombres como los de Juan Miguel Aguilera, Emilio Bueso, Tamara Romero, Elia Barceló, César Mallorquí, Marc Pastor, Concepción Perea, Eduardo Vaquerizo, Jorge Baradit, Juan Antonio Cotrina, José Luis Merino.

Me encontré casualmente con Pat Cadigan en la zona dedicada a la venta de libros y conseguí que me firmara un autógrafo. Tengo que decir que es una panelista muy ocurrente y una brillante escritora, y fue muy amable con mi petición, a pesar de que iba a firmar sus libros unos minutos más tarde.

El domingo solo tuve tiempo para ver un panel, el dedicado a las distopías juveniles, en el que intervenía la ingeniosa Catherynne M. Valente. E trataron cuestiones relacionadas con la famosa definición de “distopia” y sus implicaciones en el nicho dedicado a jóvenes adultos.

A media mañana pude tomar un café con Anne Charnock, autora británica cuya novela A calculated life fue nominada este año a los premios Campbell. Conocí a Anne tras leer y reseñar su historia, que me gustó bastante, tras lo cual le pedí una entrevista para el blog. Desde entonces, hemos intercambiado varios e-mails e incluso he publicado en su blog un artículo sobre la situación del mercado editorial de género en España.

IMG_1856Los tres días y medio se hicieron muy cortos ante la cantidad de actividades que se proponían. Como los paneles empezaban a la misma hora, era complicado decantarse por uno u otro y encontrar sitio, ya que te invitaban amablemente a que te marcharas si te quedabas de pie. Lo más destacable era la accesibilidad de los invitados, autores en su mayoría que leemos con interés, que seguimos en las redes sociales y de los que hablamos continuamente. El encuentro con viejos a amigos, las conversaciones con todos ellos, las comidas compartidas (y las esperas), y las risas poblaron esos tres días que recordaré como una experiencia única. Echaré de menos sobre todo: la capacidad de escaneo facial de Leti, siempre en busca de autores y editores para pedirles sus firmas; la compañía de Miquel en el stand de la BCon2016; las charlas sobre lo divino y lo humano con Yolanda; la preocupación por encontrar un sitio decente para comer de Elías; la preocupación por encontrar birras de Pedro; y las sugerencias literarias y la sonrisa permanente de Josep María.

¡Nos vemos en la BCon2016!

 

“Principito debe morir” de Carmen Moreno en Lapsus Calami: “Escribo porque no tengo más remedio”

¡Cómo fatiga luchar contra las normas impuestas por la sociedad! ¡Cómo cansa levantarte cada mañana recordándote que lo que haces importa, que no estás creando en vano, porque te llamas Carmen y has decidido escribir obras en un género en el que las mujeres apenas tienen repercusión! Cuando escribías poesía, oías a otros quejarse de lo difícil que es que reparen en ti, que te hagan caso, que te den una oportunidad. Entonces se te ocurre forjar con palabras las historias que se pelean por salir de tu imaginación, que es como una enfermedad infecciosa y crónica porque, cuando te contagia, caes enfermo y nunca te recuperas. Historias de ciencia ficción y fantasía, de posibles e imposibles, de lo cercano insólito y lo lejano más habitual. Y te ponen etiquetas que tu te despegas, y te dicen que escribas otros géneros, que venden más, pero a ti solo te importa ser fiel a tus historias.

Carmen Moreno

Eres gaditana, nacida en la primera mitad de esa década convulsa que fueron los ´70, filóloga de formación y escritora por vocación. Te interesa tanto el mundo de la literatura que te especializaste en conocerle las tripas al monstruo y sabes de edición, de finanzas y de contabilidad para domarlo. Las letras te persiguen desde pequeña o quizás, seas tú quien las persigas por senderos de locuras poéticas, de revistas “Prometeo-doras”, de antologías relatoras, de innumerables iniciativas culturales en las que dejaste tu entusiasmo, tus valores y tu aliento. Llevas el escribir en el flujo sanguíneo: sangras palabras. No sabes qué otra cosa te podría hacer vibrar como el cabo de un velero, porque vives esas historias, vives en Como el agua a tu cuerpo (Vitrubio), Cuando Dios se equivoca (EH editores) o la primera edición de Principito debe morir (Sportula). A lo mejor es que te bautizaron con el salitre de las aguas de la bahía, o que las olas te enseñaron a reír con su espuma infinita. Quizás es porque tu nombre significa “poema” en Latín y solo podías estar destinada a contar mentiras sinceras. Ahora publicas la nueva versión de Principito debe morir en Lapsus Calami, ampliando la historia porque decidiste cebar al monstruo, y dotarlo de cuernos y escamas.

Aquí no hay reglas, Carmen: respondes lo que quieres, con la profundidad y longitud que te parezca. Después de todo, el monstruo es tuyo.

Cristina Jurado: Principito debe morir está basada en una historia infantil pero es un libro para adultos. ¿Por qué revisitar un icono de la literatura para niños y proyectarlo al mundo adulto?

Carmen Moreno: Te voy a dar dos respuestas. La primera es la que debería darte a nivel profesional y es la siguiente: 1.- Porque creo que el Principito original no era tan para niños. Es una gran alegoría, lo que ocurre es que, como siempre que a los adultos nos cuesta entender algo, decimos que es para niños. De hecho, Saint Exupéry, le dedica el libro a su gran amigo, León Werth. La revisión es porque me divertía manipular a Principito, un niño extraterrestre que ya dibujó así el escritor francés.  2.- La de verdad es que en 2011 conocí a Alberto López Aroca en Semana Negra. Hablamos mucho de pastiches, le leí lo indecible y no sólo aprendí mucho de él, sino que me dio la confianza que yo no tenía. López Aroca para mí es un referente en lo personal y en lo profesional. Después de nuestras larguísimas charlas sobre el asunto, pensé que no podía ser cierto que sólo se hicieran pastiches sobre Sherlock Holmes y decidí buscar una obra absolutamente significativa para la historia de la literatura y que a mí me hubiese gustado. Reconozco que «Principito» me da un poco igual, pero su autor… Saint Exupéry me fascina, así que me puse manos a la obra. Decidí no cortarme, no ponerme cortapisas, no ser formalista, ni políticamente correcta. Vengo de la poesía, donde el encorsetamiento es mucho. E imaginé… De ahí salieron los monos Timothy y el pato en helicóptero de combate. También tenía claro que mi entrada en el mundo de la ciencia ficción tenía que ser dando las gracias a todos los referentes que he tenido, que han sido más cinematográficos que literarios (debo confesar). Se agita todo y…: Principito debe morir. Bueno, esa es la parte frívola, pero también quise dar mi versión sobre la humanidad. Y, sinceramente, no sale muy bien parada.

 

CJ: ¿Qué ofrece de novedoso «Principito debe morir, versión ampliada»?

CM: Ofrece un fragmento del Libro de los Walkers a la espera de la precuela. Hay que contar todavía muchas cosas de Principito. Y me lo ha pedido mucha gente. También ha habido una pequeña relectura para perfilar algunas cosas y un trabajo de edición por parte de Lapsus, increíble. Es una versión bastante mejorada de la primera.

 

CJ:¿Por qué te fascina Saint Exúpery?

CM: Cuando conoces la vida de Saint Exupery no te queda más remedio que convertirte en fan. Un hombre, de buena posición social, de una familia bien de París, que sólo quiere volar. Amaba la aviación por encima de todas las cosas. Dejó a su novia, sus padres poco menos que le desheredaron. Pero, y aquí está lo que más me enamora de él, era un poco torpe, sobre todo tomando tierra y tuvo más de un accidente. Me siento muy identificada con la torpeza de Exupéry y con aquella foca que se llevó de Argentina a su casa de París. Por otra parte, sólo se le recuerda por Principito, pero escribió bastante más. Su mejor amigo, León Werth, era un novelista anarquista. No murió como todo el mundo, sino que desapareció y esa desaparición ha creado mil historias. Saint Exupéry es de esos escritores que hace de su vida literatura. ¿A que es para quererle?

 

Sólo la novela negra y la ciencia ficción tienen los medios y la fuerza suficiente porque siempre se han movido fuera de los baremos de lo comercial”

CJ: En Principito debe morir te apropias de un icono de la literatura universal para contar una historia con muchas capas. Todas tienden hacia un tema común, que es la preocupación por el futuro de la sociedad, bien sea desde su vertiente política, económica, científica, o incluso familiar. ¿Cuáles son las ventajas de la literatura de ciencia ficción para abordar temas sociales? 

CM: Creo que la ciencia ficción es la única que puede contar la verdad de lo que está pasando de manera creíble. Sólo la novela negra y la ciencia ficción tienen los medios y la fuerza suficiente porque siempre se han movido fuera de los baremos de lo comercial. Al ser géneros «menores», según la crítica más serie y concienzuda que sólo lee a Mishima y Tolstoi, permiten desenvolverte en terrenos farragosos sin que nadie se asuste demasiado. Además, la ciencia ficción te deja crear mundos que están igual de corruptos que el nuestro, pero como no son el nuestro, parece que nosotros somos mejores. Si unos alienígenas raptan seres humanos y los torturan brutalmente hasta la muerte, es mucho mejor que si lo hace un ejército de cualquier país que están legitimados por sus respectivos estados. Esto nos permite sentirnos a salvo, pero al escritor también le permite que no le cierren twitter, o le encarcelen por dar su opinión porque los poderes fácticos no son los humanos, sino de otros mundos que, por supuesto, son peores. Cuando hablo de poderes fácticos me da igual la tendencia política que tenga. (Esta respuesta podría haberla dado The Boss).

 

CJ: Dejar de lado lo que es socialmente aceptable y financieramente ventajoso parece ser el leiv motiv de los escritores de género en este país (quizás, de los autores de cualquier tipo de literatura). En un momento en que cada vez más editoriales apuestan por lo fantástico ¿qué crees que pueden aportar al género los escritores de nuestro país?

CM: Creo que los escritores españoles son mucho más irónicos, más frescos. Se encorsetan menos en lo que es el género puro. Por ejemplo, pienso en dos amigos míos a los que admiro y adoro: Alberto López Aroca y Jesús Cañadas. El género en este país ha ganado mucho con ellos dos. Son, no sólo dos imprescindibles, dos miradas lúcidas, dos escritores absolutamente brillantes y humildes. La separación con el mundo sajón es necesario y nosotros somos capaces de hacerlo porque somos lo menos europeo de Europa. En el caso de los dos escritores que te he dicho uno es de Albacete y otro de Cádiz, ¿tú crees que Stephen King no les tendría miedo?

 

CJ:¿De qué manera influye tu labor como poeta en la forma en la que afrontas una obra en prosa?

CM: Influye mucho. Tengo tendencia a primar la forma sobre el fondo. Por suerte tengo a gente a mi alrededor que me equilibra. He tenido problemas de adaptación porque no entendía que debiera contarlo todo, sin dar opción al lector a que complete. Poco a poco me voy dando cuenta de que se trata de quedarte en tierra media (que diría George R.R. Martin). Aún así, le doy mucha importancia a la palabra exacta y al ritmo. Sí, taras de haberme dedicado durante tanto tiempo a la poesía. Pero, como diría Billy Wilder en aquel guión: «Nobody is perfect».

 

CJ: ¿Qué autores (españoles y extranjeros) fuera del género son tus referentes y por qué?

CM: Fuera del género… Te va a parecer un poco increíble porque de tan realistas se salen: Galdós, Dostoievski, Josefina Aldecoa, Juan Marsé. Sobre todo, Juan Marsé, un tipo al que admiro en lo personal y en lo profesional. Otra línea que me encanta Julio Cortázar, la suma de Bioy Casares con Borges, el mismísimo Bioy Casares. Gabriel García Márquez en sus inicios… Y una mujer que me sobrecoge lea lo que lea de ella, Elia Barceló. Creo que es el ejemplo de lo que es una magnífica escritora y una mejor persona.

 

CJ: ¿Podrías contar cómo afrontas el proceso creativo, desde la idea hasta la entrega final del manuscrito a la imprenta?

CM: Es un poco extraño porque desde que se me ocurre la idea hasta que me siento a escribirla pueden pasar meses. Meses en los que voy dándole vueltas a lo que quiero contar, meses en los que no veo nada más allá de la historia que me traigo entre manos. Cuando me siento a escribir, soy bastante rápida, pero luego necesito, al menos, cuatro procesos de relecturas: yo, una lectora cero (siempre más de una), un lector cero nuevo y que cambia con cada libro y de nuevo yo. El resultado es que nunca me siento 100% satisfecha. Siempre creo que se puede mejorar, pero también sé que, en algún momento, debo dejar de corregir. Suelo escuchar y aceptar bien las críticas que me hacen las personas que elijo para que me lean. Y ni te cuento el caso que le hago a los editores que, en general, saben más que yo de todo esto. Creo que si no eres capaz de aceptar que alguien sepa más que tú, es mejor que te metas a charcutero, donde, por cierto, habrá alguien que corte el salami mejor que tú.

 

CJ: Graham Greene decía: «Escribir es una forma de terapia. A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escriben, los que no componen música o pintan, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror pánico inherente a la condición humana». ¿Qué es para ti escribir? Imagínate que se lo cuentas a un alien venido del espacio que no sabe nada de la Tierra.

CM: Esta respuesta es muy sencilla y muy complicada de contestar: escribo porque no tengo más remedio. No puedo dejar de es escribir porque sería como dejar de vivir. Tuve un psicólogo que me dijo: la gente que crea es infeliz por naturaleza. Y siguió: si quieres ser feliz tendrás que renunciar a crear. Imagino que él se refería a la felicidad de los idiotas. A la de esa gente que pasa por el mundo sin enterarse de qué va esto. Asumo que la vida es felicidad e infelicidad al mismo tiempo. No aspiro a ser más feliz que nadie, pero, desde luego, si no escribiera no podría ser feliz. No comparto las palabras de Green. Creo que la gente que no escribe se enfrenta a la vida de otras maneras que no son ni mejores, ni peores, sólo diferentes. Y ni tengo nada mitificado al escritor. De hecho, creo que los que más daño han hecho a la literatura son algunos escritores con su falta de humildad y su incapacidad para la autocrítica.

 

CJ: Hace poco la editorial Lapsus Calami te fichó como editora de su colección de novela negra. ¿Podrías hablarnos de este proyecto?

CM: El proyecto de Lapsus es un proyecto emocionante porque me permite investigar y aprender más sobre el género que más amo: el negro. Vamos a intentar dar voz a escritores magníficos como Kike Ferrari, o Rodolfo Santullo que por estar al otro lado del Atlántico pueden tener algo más de problemas para publicar en España. Y, por supuesto, autores españoles de primer nivel que van a dejarnos completamente enganchados a su historia.

Poco a poco iré contando más cosas. En cuanto pueda, en cuanto sean proyectos en firme.

Del hype a “Los nombres muertos” de Jesús Cañadas

El blog está hyped. Si se habla de un determinado libro durante el tiempo suficiente, hará todo lo posible por leerlo o hacer que yo lo lea. No sé si le interesa más disfrutar de las últimas novedades literarias o no quedarse atrás en ese movimiento existente en el fandom que persigue despertar un máximo de interés por ciertas obras. Crear hype sirve para impulsar la promoción de un producto literario en el mercado y para desarrollar un grupo de seguidores de un estilo o autor, buscando su rentabilidad económica.

«Hypeando»

Más allá de cualquier consideración comercial, el hype no es un fenómeno nuevo ni aparece solo en el mundo de la literatura. Aparece junto con los medios de comunicación de masas como herramienta mercadotécnica para dar a conocer canciones (pensemos en la machacona repetición de la radio-fórmula y de los canales de video-clips musicales), artistas de la pequeña y gran pantalla (pensemos en el Super-pop y otras revistas “juvenoides” así como en los clubs de fans), libros, películas y videojuegos (pensemos en los book-trailers, en los tráiler cinematográficos y en los foros de gamers y de fandom), o productos tecnológicos (pensemos en las últimas convenciones de Apple y en los foros de “maqueros’).

Añadamos el efecto de las redes sociales al conjunto anterior de elementos y veremos potenciado el fenómeno: el hype se dirige a dar a conocer un producto al mayor número de personas posible, tiene un ciclo de vida relativamente limitado que suele acabar (aunque no siempre) poco después de que el producto en cuestión salga al mercado y crea expectativas muy elevadas que son difíciles de satisfacer. Se trata de un fenómeno popular y, al menos en el caso de la literatura fantástica, asociado al fandom, ese cuerpo indefinido de seguidores de la ciencia ficción, la fantasía y el terror que gasta energías y dineros en hacerse con las obras de sus autores favoritos, que va a presentaciones de libros y convenciones del género y que lee/escucha y/o escribe blogs/podcasts alusivos. O sea, tú mismo.

 

La aparición del sello Fantascy de Random Mondadori de Los nombres muertos, la última novela de Jesús Cañadas, viene precedida por el aparato promocional de la editorial, que acaba de abrir sus puertas para atender la creciente demanda en nuestro país de historias fantásticas (quiero pensar que hay una demanda y que ésta se acrecienta). En foros, en Twitter y Facebook, en blogs y podcasts, he oído hablar mucho de este trabajo. Además, he tenido la oportunidad de interactuar directamente con el propio autor (no tiene nada de particular; Cañadas es un tipo muy accesible). Eso, unido al tour de presentaciones en las principales ciudades españolas, y a mi innata y malsana curiosidad por la ficción patria, me ha llevado a caer en el hype y he leído la novela.

Quede claro que, a mí, el hype no me parece algo negativo o que se deba menospreciar por su condición popular y efímera. En el caso del género en nuestro país, lo considero un fenómeno necesario, a pesar de las aristas cortantes y engañosas que puede presentar. Me explico: el hype puede interferir en el proceso de deguste de la obra, maximizando la expectativas hacia una obra de manera que sea a veces imposible darles una respuesta satisfactoria. A pesar de ello, sigo defendiendo su interés en el ámbito de la fantasía. Al tratarse de un espacio literario a menudo ninguneado por las editoriales, es necesario como mecanismo para abrir el apetito y llamar la atención del lector potencial. Ya habrá tiempo, cuando el género se asiente en nuestro país, para llamar a la calma y a la mesura. Por eso, desde aquí, llamo a los seguidores del sci-fi –rror a crear y hacer en el hype. Ough Yeagh!

Viajes, misterio y culto a un escritor

Si quieres disfrutar de Los nombres muertos tienes que estar dispuesto a hacer el petate y dejar que te embarquen en una obra de misterio fantástico y de viajes. Cubrirás tres continentes y cuatro países muy diferentes entre sí. La ambientación que ha llevado a cabo Cañadas en cada uno de los escenarios en los que se desarrollan las escenas de la novela es impecable. Se aprecia una sólida labor de documentación escenográfica, histórica y cultural, algo que no es tan extraño si se tiene en cuenta que el gaditano vive en Frankfurt. Estamos ante un autor de mente abierta y viajada, cuanto menos.

El protagonista es H.P. Lovecraft, es decir, uno de los escritores más icónicos del género fantástico, autor de culto para una gran parte de los aficionados. Alrededor de él emergen, y toman parte en el viaje que describe la novela, un puñado de personajes secundarios formados por amigos incondicionales, aliados ocasionales, villanos irredentos o testigos de hechos colaterales que permiten al lector desenredar la historia.

Seleccionar como protagonista de una novela a un escritor real es arriesgado. Elegir a uno tan conocido y del que hay múltiples documentos históricos, es audaz. Apostar por Lovecraft, es temerario. Nada más que por eso, aplaudo la  valentía de Cañadas al no dejarse amedrentar por la dimensión estratosférica del personaje, diseñando a un protagonista confuso y “verborreico”, lleno de contradicciones y complejos, alguien capaz de drenar la energía de cualquiera que se mantuviera a su lado. Me gusta especialmente el hecho de que el escritor dude de sí mismo y lo manifieste en numerosas ocasiones. El mito se desmitifica.

Los personajes secundarios están a la altura del retrato que el autor gaditano realiza sobre el norteamericano y le dan la réplica en diálogos ágiles y bien conseguidos. Los escenarios de la acción son tan distintos entre sí como sugerentes, repletos de posibilidades y encajan perfectamente con la historia. La trama, que comienza con cierta timidez, se va acelerando hasta convertirse en una sucesión de escenas de acción, mientras que el final es un pulso que Cañadas le echa al lector, sorprendiéndolo con un giro argumental efectista.

También hay aspectos cuestionables, bajo mi punto de vista, en la novela. La prosa de Cañadas se está depurando con respecto a otros trabajos suyos que he leído, aunque aún adolece de un barroquismo en el que hay demasiadas comparaciones, demasiados tropos altisonantes. Esta es una apreciación totalmente subjetiva en un momento en el que creo estar pasando por una fase minimalista, y en el que valoro la efectividad de líneas más sobrias. No es una crítica al estilo del autor, que tiene todo el derecho a inventar las figuras retóricas que desee, sino una opinión basada en mis gustos actuales. De hecho, ninguna comparación, imagen o metáfora está mal conseguida. Sin  embargo, abundan de tal manera que espesan el flujo de la historia.

En cuanto a la estructura del libro, creo que sobran los fragmentos en primera persona y la coda del final. Ésta última me extrañó, viniendo de Cañadas, que es capaz de dejar cabos sin atar en el argumento. Sinceramente, creo que no hacía falta y que es prerrogativa del lector sacar conclusiones realizando un ejercicio de interpretación e interacción con el texto. Por otro lado, también es privilegio del autor escribir lo que le venga en gana, yo no soy nadie para juzgar su elección, pero la cuestiono.

Lo que menos me ha atraído de esta obra es el recurso a la fatalidad, inminente y sobrenatural, de manera constante. Comprendo que pueda ser una manera de mantener: a) las riendas de la narración; b) la atención del lector. Sobre todo en el episodio portugués, sentí que era un efecto sobre-actuado que no aportaba nada congruente a la trama.

Colocar en el centro de la trama a la personalidad narcisista, excéntrica y depresiva de Lovecraft es, sin duda, el gran acierto de esta novela. Otros dirán que el protagonista en realidad son sus escritos y, más concretamente, el famosísimo Necronomicón, libro maldito y codiciado aunque nunca se aclare la naturaleza de su condición maldita (es cierto que se hace referencia a ella en múltiples ocasiones, pero no se esclarece de forma contundente por lo que no sabemos qué sucede si el libro se lee).

Uno debe estar dispuesto a tomar su pasaporte y su maleta para deleitarse con Los nombres muertos. Se trata de una obra que apela a cualquier lector en busca de historias aventureras, no se limita a la audiencia de lo fantástico. Yo he disfrutado, aunque cuestione ciertas elecciones de Cañadas. Es su libro, después de todo.

Tengo a Cthulhu metido en casa: El blog se ha tatuado un pulpo. ¿Debo sentir miedo ante cada rincón oscuro, cada bocadillo de calamares, cada ventosa de la que cuelgue una prenda? Ya os iré contando.