Hoy tenemos ración cuádruple: cuatro reseñas simultáneas de la misma novela, La República Pneumática de Jaume Valor Montero. Los blogs Fantástica Ficción de Leti Lara, La Biblioteca de Ilium de Miquel Codony y El Voracilector de Josep María Oriol se unen a este para opinar sobre una obra que hemos leído casi al mismo tiempo. Espero que os guste la iniciativa.
La República Pneumática es uno de los lanzamientos más esperados de la temporada literaria, respaldado por el sello Fantascy. Se presenta como una ucronía situada en la Barcelona de la época romana, y en la que la aparición de la tecnología de vapor muchos siglos antes de su llegada durante la Revolución Industrial, da lugar a un Imperio Romano muy diferente al que fue testigo la Historia.

Jaume Valor Montero
Esta obra marca el debut en la narrativa larga en español de Jaume Valor Montero, un arquitecto y profesor universitario. Me parece muy significativo que Valor sea arquitecto porque, desde mi punto de vista, la verdadera protagonista de la historia es la ciudad de Barcelona, descrita en una línea temporal alternativa no solo con extremo cuidado sino, yo diría, que con enorme afecto. Se puede apreciar la profesión de Valor no solo en las detalladas descripciones de los distintos escenarios, prácticamente todos urbanos, sino en la propia “arquitectura” (entendida como «estructura») de la novela: partes perfectamente diferenciadas que marcan fases distintas en la trama.
La República Pneumática (1. Baile de Serpientes) es la primera entrega de una trilogía que narra las aventuras y desventuras de un muchacho llamado Marcus Novus. Es una clara bildungsroman, una historia de paso de la edad infantil a la adulta, en la que el personaje transita por una época repleta de conflictos que le ayudan, precisamente, a conformar su carácter. En este sentido, y también por tener como escenario la ciudad de Barcelona, es imposible no pensar en La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón, que además también se desarrolla en la época de la Revolución Industrial, algo que se repite en La República Pneumática.
Aparte de tratarse de una novela de iniciación y de contar con un protagonista adolescente, la historia se presenta como un thriller de aventuras, con un asesinato que desencadena la sucesión de hechos necesaria para que Marcus emprenda su viaje iniciático: hay un momento de conflicto muy grave; seguido por una huida; más tarde por el encuentro con un maestro (una maestra en este caso) que le instruye; la pérdida del maestro y el comienzo de una fase de dura supervivencia callejera; el encuentro con un benefactor que le ofrece cobijo y la oportunidad de conocer gente poderosa; la resolución del grave conflicto del comienzo; la vuelta a casa, interrumpida por una nueva aventura que deja la puerta abierta a la segunda entrega de la serie.
La historia está narrada en tercera persona desde el punto de vista de Marcus, pero gracias a su inseparable compañero Hoc –el pequeño autómata de hojalata- podemos conocer el pensamiento del protagonista. Este es un recurso inteligente por parte de Valor y que recuerda a Nono, el robot compañero de Telémaco en la serie de dibujos animados Ulises 31. El uso de un compañero de viaje iniciático que funciona frecuentemente como la conciencia del protagonista es una técnica empleada desde el Sancho Panza de El Quijote. Como digo, me ha parecido un recurso inteligente, aunque a veces creo que el autor ha abusado un poco de él, haciendo que Marcus “escuchase” a su “yo-desdoblado” en situaciones de acción donde su atención seguramente estaría en otros menesteres. Además de la intrigante trama, la colección de personajes secundarios que se pasean por la vida de Marcus, junto con la multiplicidad de escenarios urbanos, aportan los elementos necesarios para dotar de agilidad a la acción. Sin embargo, en algunos casos la caracterización responde, en mi humilde opinión, a arquetipos tremendamente explotados, como ocurre con el retrato dickensiano de los niños de la calle, con la caracterización a lo Pat Morita de la maestra de artes marciales Jiàn o el rol de padre-héroe desplegado por el praetor Caius Verus.
Me ha parecido muy interesante la cantidad de personajes femeninos que aparecen en la novela y creo que forma parte del esfuerzo del autor por retratar una dimensión menos patriarcal de la Historia. Quizás en la Historia con mayúsculas las mujeres suelen ser invisibles, pero la historia con minúscula, entendida como los sucesos de la vida cotidiana que no siempre se recogen en los anales y en las crónicas, está repleta de ellas. En cuanto a los diálogos, a veces no hacen realmente justicia a las situaciones, y pareciera que todos los personajes hablan con la misma voz. Sin duda se trata de un aspecto que Valor mejorará en las próximas entregas porque es posiblemente una de las tareas más difíciles en cualquier producción literaria.
Las descripciones de los escenarios y el universo steampunk de la Barcelona romana son los grandes puntos fuertes de la novela. En muchas ocasiones era posible imaginar cómo serían las vías de la ciudad, la polución que reinaría en el aire, los edificios adaptados a la nueva tecnología, etc. Habría mucho que discutir sobre la atmósfera steampunk de la novela, de la misma manera que se debate sobre el propio sub-género: si hablamos de una estética en la que se envuelve a las novelas; o si va más allá y define algo más profundo, en tanto en cuanto propone un tratamiento particular de los temas, enfocados hacia la influencia de la tecnología en sociedades en las que el desarrollo social no acompaña ese crecimiento técnico. Un debate apasionante. Personalmente creo que la faceta steampunk de la novela viene más bien condicionada por su adscripción a la temática de historia alternativa. Valor no solo explora las repercusiones de los avances tecnológicos, sino que ahonda en las vertientes económica, política, educativa, cultural y social de la civilización que describe, a través de las escenas en la calle, en el acuartelamiento, en la escuela o en el bar de Jiàn. Como thriller juvenil, es una novela que consigue enganchar a atención del lector –aunque sea adulto- a través de una prosa correcta, fluida y de un ritmo vertiginoso.
Es una obra muy entretenida, con un woldbuilding bien conseguido y con muchas posibilidades en cuanto a desarrollo de trama que compensan de sobra los puntos menos fuertes.
Habrá que leer la segunda entrega y ver la evolución de la serie.