«Mobymelville» y «14 maneras de describir la lluvia» de Daniel Pérez Navarro

No recuerdo cuándo fue la última vez que me leí una novela en un solo día. Me refiero a una de esas historias en las que lees unas líneas y te quedas atrapado sin poder despegar la nariz de las páginas hasta que no encuentras la palabra “fin”. No es que creas perder el hilo de la trama si te alejas, sino que temes que cualquier pausa demasiado prologada romperá la magia que te hacía permanecer enganchado. A mí me acaba de suceder con 14 maneras de describir la lluvia del cordobés Daniel Pérez Navarro. Tengo que agradecer a mi amigo Félix García del blog El Almohadón de Plumas el descubrimiento de este autor, del que solo unos días antes había leído Mobymelville, una obra sorprendente me había gustado bastante.

Daniel Pérez Navarro

14 maneras de describir la lluvia no tiene nada que ver con Mobymelville (publicadas por Sportula) que es un canto cósmico de ballenas, aunque comparten la buena factura de su autor. Vayamos por partes.

Maldad acuática

Mobymelville se me antoja a veces como un experimento por parte de Pérez Navarro, que no es exactamente lo mismo que decir que se trata de un texto experimental entendido como rompedor absoluto y consciente de las reglas estilísticas clásicas. Quiero decir que no percibo ánimo de utilizar un andamio diferente al habitual como un capricho: hay una pretensión más profunda, una auténtica búsqueda por decir lo máximo con la expresión mínima posible. La estructura no clásica -hay fragmentación al modo post-modernista, apelación directa al lector, encadenamiento de ideas aparentemente sin relación alguna- trata, bajo mi punto de vista, de desplegar un proyecto muy íntimo, una suerte de concatenación de escenas con diferentes personajes unidos por un mismo monstruo, que representan algunas de las ideas existenciales del escritor. Puedo equivocarme, probablemente así sea, y yo esté haciendo conjeturas de humo, pero es la impresión que me llevé.

La prosa está exquisitamente cuidada, y es uno de los puntos fuertes de la obra del cordobés: frases contundentes pero desprovistas de altisonancia efectista, imágenes potentes y relaciones inesperadas entre conceptos.

Cada vez que mis aminoácidos se encienden, comprendo que ha llegado la hora de embarcar, antes de que la secuencia de bases se descomponga y mis fragmentos caigan desperdigados en un inabarcable vacío, entre nebulosas distanciadas en un universo que ahora se dilata. Antes de que el malestar me resulte insoportable y me abandone a la nostalgia, debo subir a bordo.

Hay ecos borgianos en toda la obra –las referencias a la biblioteca infinita y los capítulos en primer persona- y llama la atención la estructura fraccionada de la historias que avanzan gracias a pequeños textos. Son como pellizcos cuidadosamente colocados, a veces brevísimos, que descolocan, desazonan y pueden llegar a confundir al lector creyendo que la acción va por un camino para dirigirse en un cruce de palabras hacia la dirección opuesta. Los capítulos centrales –Dominó: seis cinco, Dominó: cinco blanca y Dominó: blanca seis y Cáscara de nuez– son los mejores para mí, historias melancólicas con ecos de tragedia griega en la que el destino es la locomotora de la existencia de unos personajes atrapados. Mobymelville representa aquello que el lector más teme, un poco como los Boggarts de Harry Potter, es maldad que cambia de forma según quién lo piense y, en el caso de Pérez Navarro, es una ballena blanca torturadora de almas, que condena a una nada obligatoria, una especie de inmortalidad impuesta y dirigida. No sé si el miedo del autor se encarna en un cetáceo sádico por algún motivo en concreto, quizás sea como imagen mental contrapuesta al clásico monstruo primigenio que suele ser físicamente más amenazador. ¿Quién sospecharía de una mamífero acuático aparentemente pacífico?

Aunque quizás Mobymelville sea la historia de una obsesión que, tomando como excusa la novela de Melville, persigue ideas que nadan en el subconsciente del autor. Hay referencias a la Biblia (la nave Nimrod, con el nombre del famoso cazador nieto de Noé), a la paradoja de Olbers, hay un tal Daniel Hessman –posible trasunto del propio escritor- que inventa historias en un punto indeterminado del tiempo-espacio. Los primeros y últimos capítulos a veces pierden la atención del lector cuando se adentran en descripciones un tanto repetitivas de los conceptos cosmogónicos que obsesionan a Pérez Navarro. Esta es una obra para el lector que busque un texto alejado de los cánones habituales pero que desee recrearse en un lenguaje rico, con ideas interesantes y distintos niveles de interpretación.

14 maneras de describir la lluvia

La novela toma prestado el nombre de la obra homónima del compositor austríaco Hanns Eisler, demostrando la vena mitómana de Pérez Navarro. El cordobés admite que su estructura reproduce, dicho en palabras propias “un movimiento lento de la Música para percusión, cuerda y celesta del húngaro Béla Bartók, es decir lento-crescendo-climax-lento, o de cine (la estructura de Pulp Fiction)”.

La primera parte propone una aproximación circular a un crimen, a través de saltos temporales y con un narrador omnisciente desapasionado, que da cuenta de los acontecimientos intentando dejar a un lado cualquier observación emocional, casi como si de una crónica científica se tratara. También admite el autor la influencia de El Jarama de Sánchez Ferlosio, muy marcada creo yo que en la primera parte, sobre todo cuando los eventos se van narrando desde distintos escenarios, puntos temporales y siguiendo a varios personajes, en su mayoría jóvenes. Hay algunas escenas gloriosas, como la del “Hacedor de Burbujas”, que son casi anodinas pero que esconden una importante carga simbólica, o el diálogo del “Hombre de Negro” ante uno de sus prisioneros, que hace pensar inmediatamente en alguno de Taratino.

—­El primer hombre en asesinar nunca soñó con el primer muerto.

Recitó como un sacerdote en un funeral. Aquel por quien se celebraban las exequias aun respiraba.

—No manches. ¿Quieres callarte?

—Soñaba con flores. Y con tierra de la que brotaba sin esfuerzo la comida —siguió el Señor de Negro, estirado y hablando como un profeta—. Fue el primero en erguirse. El que antes se inclinó sobre la piedra para afilar una hoja de acero. El primero en apuntar a la nuca de otro hombre.

La prosa de Pérez Navarro está mucho más depurada que en Mobymelville, contando pesadillas, crímenes o acciones cotidianas con las palabras justas. “Mínimo de palabras, máximo de contenido son las dos reglas básicas”, dice el cordobés. Se nota, además que ha logrado mayor soltura en los diálogos, consiguiendo dotar de una voz propia a los personajes juveniles, aunque los adultos sigan a veces sonando demasiado parecido, para mi gusto. Es muy complicado dar una voz distintiva a cada uno, lo sé, se trata de una de las labores más difíciles del oficio, pero en lo que se refiere a los jóvenes, Pérez Navarro lo consigue.

La segunda parte muestra un esquema narrativo más clásico, lineal, que deja para el final –a modo de epílogo- un capítulo desechado por el autor en el corte final de la novela. Para mí el final es más flojo que el inicio, no cierra realmente la historia sino que la deja rodando, algo más lentamente eso sí, sin ahondar demasiado en las heridas expuestas, en los conflictos aireados. Es una conclusión inconclusa.

Mobymelville es una tragedia cósmica en la que confluyen la ciencia ficción, la fantasía y el terror, un ejemplo de New Weird, aunque sé de buena tinta que a Pérez Navarro no le interesan las etiquetas. En 14 maneras de describir la lluvia los elementos ciencia-ficcioneros desaparecen para dar mayor protagonismo al terror y a la fantasía.

Lo cierto es que el cordobés no es un autor convencional, ni lo son sus obras, ni su manera de narrar, ni sus personajes. Creo que entiende la literatura como un vehículo de expresión artística que uno personaliza sin atender a los llamados del marketing, aceptando influencias de todo tipo, sin marginarlas ni juzgarlas. Comparto esa actitud y recomiendo las obras de Pérez Navarro a aquel lector que aprecie ese tipo de esfuerzo creativo, dispuesto a dejarse sorprender, apostando por formas diferentes de ficcionar. He disfrutado enormemente con ambas novelas, sobre todo con 14 maneras de describir la lluvia, y espero leer muchas invenciones más de este escritor.

“Alcatraz versus the Evil Librarians”: Convertir la torpeza en magia

El primer libro en el que pensé cuando se planteó realizar en El Fantascopio un especial sobre el humor y la ciencia ficción no fue La guía del Autoestopista Galáctico, como cualquier aficionado que se precie habría elegido, sino una novela dirigida a jóvenes adultos de Bradon Sanderson que lleva por título Alcatraz versus de Evil Librerians (2007). Fue mi amigo y compañero Miquel de La biblioteca de Ilium
quien me animó a leerlo al comentarme someramente la idea en la que se basada la primera entrega de una serie que incluye los títulos Alcatraz versus the Scrivener´s Bones (2008), Alcatraz versus de Knights of Crystallia (2009) y Alcatraz versus the Shattered Lens (2010).

 

Tuve la oportunidad de leerlo junto a mi hijo Sam, que tiene 10 años y que había terminado la serie Diary of a Wimpy Kid. Le pedí a Sam que describiera con sus propias palabras el libro para los lectores del blog, y esto fue lo que me dijo:

“This book is about a family that has useless powers but these powers come in handy to save the world. The main character is called Alcatraz. He was named after the best prison in the United States. He has a family that contains these weird powers and he is trying to save the world from the evil librarians (in the first book of the series). In the beginning of the book it was Alcatraz´s birthday. His parents died and for his birthday by surprise he got an special bag of sand, that was from his parents!” (texto original, cortesía de Sam)

“Este libro trata de una familia que tiene poderes que no sirven para nada, pero esos poderes resultan muy útiles para salvar el mundo. El protagonista se llama Alcatraz. Su nombre es el de la mejor cárcel de los Estados Unidos. Su familia tiene todos esos poderes raros y él intenta salvar el mundo de los bibliotecarios malvados (en el primer libro de la saga). Al principio del libro, es el cumpleaños de Alcatraz. ¡Sus padres, que habían muerto, le regalaron por sorpresa una bolsa especial llena de arena!” (traducción, cortesía de la mamá de Sam)

Antihéroe juvenil

Lo primero que llama la atención de esta novela fantástica es la manera en la que se presenta el protagonista, el famoso Alcatraz, que se describe así mismo desde el principio como una persona poco recomendable.

I am not a good person

La anterior es la frase con la que se abre la historia. La impresión inmediata en el lector es la de extrañamiento al encontrarse con un narrador que admite no ser un modelo moral, más aún, que es un canalla al que todo el mundo toma por héroe.

My purpose is to open your eyes to the truth. I know that in writing this I shall make few friends in either world. People are never pleased when you reveal that their belief are wrong.But that is what I must do. This is my story – the story of a selfish, contemptible fool. The story of a coward.

El enganche por parte de la audiencia joven está asegurado. Presentarse como un “héroe a su pesar” es una fórmula que atrae inmediatamente la atención de las mentes jóvenes, que pueden identificarse con un personaje con dudas, que se cuestiona, que reconoce no ser perfecto pero que, contrariamente a lo que pudiera parecer en un primer momento, es capaz de salvar la situación.

My name is not Alfonso, Alan, or Alfred. Nor is it Alejandro, Alton, Aldris, or Alonzo.

My name is Alcatraz. Alcatraz Smedry. […] And that why I figured that my parents must have had a twisted sense of humor. Why else would they name their child after the most infamous prison in U.S. history?

La historia que sigue a continuación está repleta de aventuras salpicadas de comentarios y apreciaciones cómicas, basándose en una premisa utilizada por una de las sagas fantásticas más famosas del mundo de la literatura y la cinematografía: los libros de Harry Potter. En el universo de Alcatraz, también existe un mundo paralelo al “normal” en el que la gente es capaz de producir magia. La diferencia es que no se trata de los poderes mágicos al estilo clásico, sino más bien de torpezas extraordinarias, en un claro guiño a la saga de Rowling. Alcatraz posee una muy valiosa: rompe cosas. Sin querer, a su pesar (como decía anteriormente), con solo acercarse a un objeto, éste se cae hecho pedazos, deja de funcionar o provoca alguna catástrofe en los espacios adyacentes. Antes de cumplir trece años, la vida del muchacho es un continuo peregrinaje por hogares de acogida en los que se queda poco tiempo porque todo lo destroza sin querer. Su actitud pasota hacia su situación y su propia identidad se mezcla con una especie de resignación con respecto a los acontecimientos calamitosos que se van encadenando en su vida.

Brandon Sanderson

Me gusta la manera en la que Sanderson crea a su antihéroe juvenil, construyéndole unas circunstancias que justifican su tono gamberro, de auto-menosprecio y hasta cínico a veces. Durante sus aventuras, conocerá a parte de su familia biológica y salvará al mundo “normal” de la amenaza de unos villanos tan inusuales como los bibliotecarios del lado mágico de la realidad. Entre sus familiares destaca Granpa Smedry -el abuelo que siempre llega tarde-, su primo Sing Sing Smedry –que se tropieza y cae a tierra-, o su otro primo Quentin Smedry –capaz de decir tonterías sin parar. A ellos se une Bastille, la joven caballero de la misma edad que Alcatraz que sirve como una especie de guardaespaldas al abuelo del muchacho.

Como veis, la historia aparejada por el norteamericano incluye todos los ingredientes necesarios para resultar un pasatiempo entretenido a cualquier adolescente: aventuras, descripciones jocosas, personajes cómicos y diálogos hilarantes. Cada uno de los veinte capítulos empieza con una introducción que auto-desacredita al narrador, que si bien divierte al principio, resulta un recurso demasiado cargante hacia la mitad. Sanderson emplea demasiada energía en sembrar la duda sobre el personaje desde cuyo punto de vista accedemos a la historia, y es mi opinión que abusa de ello. El lenguaje se pliega a las exigencias de una audiencia joven, con expresiones directas y sencillas que resultan familiares y divertidas. Aquí van algunos de los fragmentos que más gracia nos hicieron:

“It means I have to wear a different disguise fromthe rest of you,” Sing explained. “That way, I won´t stand out as much. If I look like a foreigner to America, people will ignore me.”

“Neither my mother not my dog diez in this book. I´m rather tired of those types of stories. In my opinion, such fantastical, unrealistic books – books in which boys live on mountains, families work on farms, or anyone has anyhting to do with the Great Depresion.” 

“And what is your Talent?” I dutifully asked.

“I can say things that make absolutely no sense whatsoever.”

“I thought everyone here had that Talent,“ I noted.

Nobody laughed. Free Kingdomers never get my jokes.

 

 

Authors write books for one, and only one, reason; because we like to torture people.

 

 

“I say,” said a Triceratops. Do you think he´s mute? Does anybody by chance know sign language?”

Which sign language do you mean?” asked the Pteridactle. “American primitive, New Elshamian, or Librarian standard?”

“My hands aren´t articulated enough for sign language,” noted the Tyrannosaurus Rex. “That´s always been rather a bother for deaf member os my subspecies.”

 

Dice Sam que el libro es “awesome”, que Alcatraz es un nombre “funny” y que le pasan unas cosas muy “cool”, así que supongo que podemos considerar esta prueba como superada. Quizás sea un poco joven para comprender algo del humor que se esconde detrás de ciertas expresiones, pero es una lectura ágil y entretenida en líneas generales, con el tono gamberro (irreverente, diría yo) tan del gusto de los adolescentes. Se trata, sin embargo, de una novela que también puede apelar al público adulto, y si se lee conjuntamente con un hijo/a, os aseguro que es una experiencia fantástica que recomiendo a todos.

Espero que Sam siga leyendo la serie, que siga disfrutando de los libros y que no le importe escribir alguna otra reseña o similar por aquí.

Esta reseña aparece en el especial del El Fantascopio dedicado al humor y la ciencia ficción