“Chile es una serpiente con pesadillas”, dice Baradit en su novela Lluscuma. Agradezco a mi amigo José Antonio Cordobés de la web Ficción Científica el descubrírmelo. Yo digo que el chileno ha escrito una migraña, uno de esos dolores que se siente como una plancha, pesada y caliente, y que te golpea la cabeza permanentemente. Sé de lo que hablo, estoy diagnosticada. No me extraña que Baradit cayera enfermo escribiendo este libro: la historia se fue desarrollando al ritmo de un capítulo por semana, que era publicado inmediatamente en La Segunda, periódico vespertino chileno. Se trata pues de una idea desarrollada en tiempo real a la vista de los lectores, una fórmula que presupone un trabajo de preparación y documentación gigantesco, y una resistencia física y mental a prueba de estrés. No se puede decir que el autor ahorrara esfuerzos y capacidad de riesgo.

Jorge Baradit
La historia de Lluscuma es la de Fernando Camargo, nieto de un militar de la temible DINA (la Dirección de Inteligencia Nacional bajo la dictadura militar de Pinochet), que recoge los temas que obsesionan al escritor: el karma personal, el sentimiento de culpa, el pasado de Chile, las teorías conspiratorias, la política, las relaciones generacionales de una familia, la tibia frontera entre la locura y la cordura. La bajada a los infiernos del protagonista se produce en primera persona, de manera que el lector desciende con él, acompañándolo en una suerte de alucinación binaria. Los descubrimientos, anticipados pero nunca del todo confirmados, sobre su abuelo hacen que Fernando airee las viejas heridas de la sociedad chilena: las torturas, las desapariciones, la muerte y la mentira.
Si en un primer momento la narración adopta la perspectiva de Camargo, a partir del primer tercio se producen alteraciones en la estructura, y se añade el punto de vista del cabo Valdés (aquel que a mediados de los 70 afirmó haber sido abducido en el desierto de Atacama), así como capítulos exprés que muestran un intercambio de e-mails entre otros personajes. El propio Baradit aparece como un secundario que intercambia mensajes con otros, en un juego inclusivo. Este hecho me parece muy significativo, porque de ese modo el autor se implica de manera personal en una historia en la que mezcla el ciberpunk, el New Weird y la ucronía con las inquietudes socio-políticas que tanto le preocupan.
Ahora es cuando toca decir que Baradit es un escritor “socialmente comprometido”, pero esa expresión parece haber perdido fuerza significativa en los últimos tiempos. ¿Qué demonios es ser “socialmente comprometido”? ¿Escribir manifiestos políticos en algún blog progresista? ¿Twittear frases de filósofos marxistas? ¿Lanzar polémicas declaraciones sobre el Gobierno actual en entrevistas televisivas? ¿Apoyar públicamente a un candidato u a otro? Hay términos que, de tanto usarlos, pierden todo su valor referencial.
Prefiero pensar que Baradit es uno de los representantes más interesantes que ha parido el New Weird en los últimos tiempos. No sé si él se siente en la misma onda que Miéville, John Harrison, Vandermeer y compañía pero, para mí, todos –cada uno con sus particular estilo y afán- forman parte de un movimiento literario que oxigena la realidad en tanto en cuanto la muestra, la expone, la exhibe sin cortapisas. Ahora es cuando alguno me dirá que estoy chiflada, que estábamos hablando del New Weird, no del Realismo. Ya, ya sé. Entiendo vuestra confusión. Pero, para mí, los “nuevos extraños” ofrecen una visión de la realidad mucho más naturalista que los propios realistas, incluidos los elementos fantásticos. Paciencia, que me explico.
La realidad no es solo lo que se puede medir y comprobar. Hay fenómenos que experimentamos todos los días –el déjà vu, el estado de éxtasis no inducido por drogas, la plasticidad del tiempo, las múltiples interpretaciones de un mismo acontecimiento, las coincidencias, los sueños, etc- que siempre se intentan explicar de manera racional. Estos fenómenos son, suceden en términos objetivos, y nuestra subjetividad se encarga de procesarlos de manera que se convierten en experiencias que alteran nuestra ordenada realidad. Para mí, el New Weird consigue narrar esa realidad alternativa, tan real como la empíricamente comprobable, yendo más allá incluso de la mera narración y aportando sensaciones y sentimientos que enriquecen la experiencia lectora.
Creo que Baradit forma parte de una generación que se ha dado cuenta de que la única forma de revelar lo real es “fantaseándolo”, utilizando herramientas procedentes de distintas tradiciones literarias: desde el realismo mágico al weird, pasando por el slipstream o el horror. De esta manera el autor se lanza sin frenos a un cuento repleto de horrores inventados que resultan más fidedignos que la propia realidad. La aventura es arriesgada, más aún cuando elige utilizar el lenguaje como munición para perpetrar el encantamiento, con las expresiones propias del habla chileno de los jóvenes.
Para mí hubiera sido aún mayor acierto evitar la repetición de ciertos conceptos, que hacia el tercio final pierden valor precisamente por estar sobre-representados. Cierto es que cuanto más avanza la trama, más se hunde el protagonista en su propia locura y esas reiteraciones sirven para ponerlo de manifiesto, pero pueden llegar a vaciarse de contenido por esa insistencia. He aquí algunos ejemplos;
Estoy seguro de que Chile es una serpiente enterrada como una semilla también, que si cavamos lo suficiente daremos con su piel seca, respirando.
Soy la S que repta de norte a sur, Chile salió arrastrándose desde el lago Chungará…
Chile es una serpiente con pesadillas.
Quiero saber quién es María Orsic, aprieto la tecla, el suelo es la piel de una serpiente que recorre todo el país, Chile está construido sobre una serpiente dormida, la cordiella de los Andes es su columna vertebral…
Nuestra costa-grieta es una herida ardiente en el costado del planeta que supura lava y espuma, Chile se rasga a corvo de norte a sur por su rompiente como el estómago de los que hay que lanzar al mar. Dormimos junto a una serpiente de fuego agazapada bajo las olas.
Alguien comentó una vez que Baradit dice más en un solo párrafo que muchos autores en un libro entero y yo estoy de acuerdo. Sin embargo, a veces la densidad de las descripciones de lugares, conceptos y situaciones ralentiza el desarrollo de la trama. Esto no es un reproche en sí mismo, sino una marca de agua del autor, una pista de su estilo personal de comunicar.
Aunque nunca se lo pregunté directamente – lo entrevisté no hace mucho – creo que es precisamente ese afán de literatura como comunicación integral lo que caracteriza su obra. La cuidada maquetación del libro, las ilustraciones que lo acompañan, la portada, el book-trailer y la música compuesta ex profeso para el lanzamiento refuerzan este punto. Su carrera como diseñador gráfico y sus incursiones en el mundo de la música han influido sin duda en su forma de tejer historias, premiando unas descripciones detalladas y una asociación de ideas que se hace eco del lenguaje persuasivo de la publicidad y la propaganda. Baradit tiene frases que, por sí solas, parecen eslóganes en un intento por comprimir lo que desea expresar en la mínima expresión posible como en:
La misa es una forma de espiritismo.
Las armas pueden ser bellas.
La Tierra es una sartén, la vida una preparación culinaria.
La Luna es una alucinación colectiva.
Escribir una novela utilizando este tipo de lenguaje es arriesgado porque se puede caer fácilmente en la arrogancia, en una postura de insolencia fácil que despierta últimamente el favor de cierto tipo de lector. Creo que Baradit precisamente huye de ello por el trasfondo social y político de sus textos, que se enraízan no solo en la tradición fantástica de la literatura iberoamericana sino también en la anglosajona. No me gusta hablar de mestizaje de herencias (tiene una connotación genética y colonialista que intento evitar), pero sí creo que el chileno es un laboratorio que compila e integra elementos artísticos aprendidos, experimentados y percibidos. Se trata de un catalizador de ideas nuevas y antiguas que transcribe en un lenguaje actual y, a la vez, intemporal.
Lluscuma es una de las obras de género más interesantes que he leído últimamente, tanto por su temática como por su estilo. No es una obra apta para el público que busca una gratificación fácil e inmediata, pero sí me parece una novela arriesgada, entretenida y capaz de ofrecer distintos niveles de lectura. Lo mejor, que la leáis y saquéis vuestras propias conclusiones. Y recordad que un relato de Baradit aparecerá en la antología TerraNova 3.