No sabía que los seres virtuales se iban de vacaciones. El blog, folleto en mano, me ha descubierto una dimensión alternativa a la realidad en la que vivimos: estoy hablando del turismo, con sus cupones de descuento, sus promociones y sus reducciones por grupos.
Dice que entre sus derechos –si, el blog es un ser reivindicativo, lo cual confirma su existencia para quienes aún tenían dudas- se encuentra el de disfrutar de unos días de asueto. Está organizando un tour vacacional con alguno de sus amigos virtuales: banners, webs, interfaces y alguna que otra lista de música … y parece claro que no tiene intención alguna de incluirme en sus planes. El blog me pide que no me enfade pero estas vacaciones están diseñadas para seres digitales “only”. Me hago la ofendida, solo para tocarle las narices virtuales un poco, y le respondo que no me hace falta viajar con él a ninguna parte, que puedo irme de viaje yo sola. Un libro es todo lo que necesito. Elijo Titan de Stephen Baxter y me pierdo en la sensación de ingravidez.
NASA a granel
A pesar de que la editorial La Factoría de las Ideas ha publicado en nuestro país varios títulos del autor británico, Titan aún no está disponible en español en nuestro país. De igual manera, la novela puede disfrutarse en su idioma original. Los amantes de los vuelos interplanetarios disfrutarán con una historia en la que la terminología de la NASA aflora en la mayoría de los capítulos. ¿Quién no ha querido estar presente en un lanzamiento en Cabo Cañaveral? ¿Quién no ha deseado sentir el calor de los motores en el momento de la ignición? ¿Quién no ha soñado con las maravillas que nos aguardan por descubrir en algún punto del universo?
La novela de Baxter te permite prácticamente sentir el olor a combustible quemado y la aceleración brutal de un lanzamiento en toda regla. La narración se desarrolla en paralelo en la Tierra y a bordo de la Discovery, que es remodelada para servir como nave de transporte de la primera misión tripulada a Titán, la sexta luna de Saturno. Titán es, junto con la Tierra, el único cuerpo celeste del sistema solar con una atmósfera lo suficientemente densa como para convencer a un grupo de científicos de la necesidad de organizar un viaje que lleve al ser humano a las puertas del planeta anillado.
La misión tiene que solucionar un montón de problemas para equipar la Discovery con arreglo a los requerimientos de un viaje de varios años de duración. Cuando digo un montón de obstáculos, no estoy exagerando: realmente es un milagro de los de la Virgen de Lourdes que la nave despegue y se ponga rumbo a Titán, conspiración de la Fuerzas Armadas de EE.UU. incluida. Esto me hace pensar que el título de la novela tiene menos que ver con el nombre del satélite saturnal y más con el esfuerzo titánico que supone planificar una misión sin precedentes, financiarla, diseñar la nave correspondiente y equiparla para sustentar a cinco pasajeros durante años.
Anticipando el desastre
El inconveniente de este tipo de novelas es que el lector se enfrenta a la lectura con un sentimiento de anticipación a la catástrofe. Porque, no nos engañemos , siempre hay algo que no funciona, alguna muerte inoportuna, cierto fallo de algún sistema… una calamidad que empuje a un puñado de personas a la locura… o al suicidio.
Baxter es uno de esos autores de ciencia ficción dura que se preocupa por la credibilidad de sus personajes: la tripulación de la Discovery, y el personal de Tierra asignado a seguir la misión, no son meras excusas para contar una historia repleta de especulación científica. El británico procura profundizar en los matices psicológicos de los personajes, aunque su intento tenga resultados muy irregulares. Los conflictos que se plantean en un escenario tan reducido como la nave son extremadamente previsibles, por lo que los giros argumentales no presentan ninguna novedad que aporte atractivo a la trama.
Lo más extraño es la manera en la que Baxter hace que los miembros de la tripulación reaccionen. Debe ser que desconozco los efectos de una exposición continuada a la vida en el espacio, pero a mí me parece que la desaparición de un compañero no es algo que se resuelva con una parrafada y una eyección (ojo… no confundir con “eyaculación”). Ya puestos, el tema de las necesidades sexuales de los viajeros en unas condiciones de confinamiento continuado apenas se trata. Sospecho que, aunque no se mencione en el libro, debían haber infiltrado bromuro en la comida de a bordo.
En cuanto al final… es inesperado, que es lo más positivo que puede decirse al respecto. Personalmente, creo que sobra, pero a estas alturas ya me planteo si no se me ha escapado alguna referencia esotérica para dar sentido a una última parte que más parece sacada de una historia fantástica de hadas y gnomos, con todo mi respeto hacia estos seres y las historias que los recojen.
No sería justo terminar esa entrada sin reconocer que me ha encantado zambullirme en la terminología de la NASA en todas las maniobras de la Discovery, así como en las comunicaciones con el control de la misión. He disfrutado como lo que soy: una astronauta vocacional y cobarde, reciclada en lectora de ciencia ficción (además de por ser de Letras, claro está).
Mientras el blog hace el equipaje -¿qué demonios necesita llevar un ser virtual en una maleta?- yo me encuentro flotando metafóricamente en una nave imaginaria hacia algún confín inexplorado del universo.
Porque viajar, realmente, no cuesta nada si uno pone la imaginación en modo “piloto automático”…
… pero no se lo digáis al blog…