Self-Reference Engine llegó a mi conocimiento revisando la lista de nominados de este año a los premios Philip K. Dick. Después de una búsqueda rápida en las redes, descubrí que había ganado el Premio Akutagawa 2013, el galardón literario más importante de Japón, con otra obra (Harlequin Butterfly). Confieso que apenas he leído literatura oriental y esta novela se presentó como una oportunidad única para remediar en parte esa carencia. Al poco de iniciar su lectura le propuse a mi buen amigo Elías Combarro, sumo sacerdote del blog Sense of Wonder, que la leyese y él sugirió organizar un movimiento estructurado junto con Alex Páez Sensei, del blog Donde termina el infinito, y preparar reseñas que salieran publicadas de manera simultánea.
El autor de esta obra es Toh EnJoe, un físico teórico japonés cuya maltrecha situación económica durante sus años como investigador le llevó a escribir historias porque no podía permitirse comprar libros. Esto es lo que revela el autor en una de las múltiples entrevistas que se la han realizado en los últimos meses. La precariedad en el terreno de la investigación académica es un mal universal que no conoce geografía.
Resulta vital conocer la profesión del EnJoe para entender esta novela, o esta colección de relatos, o esta yuxtaposición de historias, o lo que sea que es Self-Reference Engine. Cada una de las veinte historias incluidas puede leerse de manera independiente, pero yo aconsejaría al valiente lector que se atreva con este texto que lea las 10 primeras (contenidas en la parte titulada “Nearside”) antes que las 10 últimas (“Farside”).
Hace falta interés y cierta dosis de valentía para abordar esta obra, que se aleja de los planteamientos convencionales de lo que debería ser una novela de ciencia ficción. Primero, porque no es una novela. Su estructura fragmentaria responde a un esquema que EnJoe nos presenta al comienzo, una especie de guía de lectura en la que se revelan las relaciones –algunas muy claras y otras más sutiles- entre los relatos. Podría considerarse como una antología de relatos, pero a mí se me antoja casi una colección fanfiction, como si varios autores hubieran escrito sobre un mismo universo. Tiene ese sabor. Lo que ocurre es que no estamos ante una multiplicidad de autores sino uno, uno que debía aburrirse muchísimo mientras investigaba sobre el tejido de la realidad.
Supongo que a estas alturas todos conoceréis la serie “The Big Band Theory” y sus personajes. Pensad en Sheldon, Leonard, Horowitz y Raj y en el tipo de chistes meta-científicos que tanto les gustan. Si vais un poco más lejos e imagináis qué tipo de historias escribirían de estar aburridos, sin juegos de rol, Internet o TV, entonces acabaríais con algo parecido a Self-Reference Engine. No hay que ser científico para degustar las historias, pero seguramente tener ciertos conocimientos básicos ayuda a encontrarles la vuelta.
EnJoe es una especie de Sheldon, pero en japonés y, al menos en el momento de concebir esta obra, con menos posibles. Sus historias están escritas en una prosa aséptica, desprovista de toda emoción, al modo de una memoria científica. En otra entrevista reconoce que sus textos suenan a traducción en su idioma original. Es decir, cuando escribe directamente en japonés, sus construcciones gramaticales son forzadas y esto se refleja claramente en la traducción al inglés, que es la versión que yo he leído.

Toh EnJoe
El que EnJoe utilice una arquitectura poco utilizada en la narrativa de género -una suerte de amalgama de textos al estilo fanfiction sin llegar a serlo- y una prosa aspergiana sirve para acentuar la distancia entre el lector y la historia. Personalmente no creo que el autor pretenda que nos identifiquemos con los personajes, ni siquiera que empaticemos con ellos, simplemente que reconozcamos las referencias y nos riamos. Porque hay mucho humor implícito en Self-Reference Engine que a mí me parece un chiste meta-literario disfrazado de texto experimental (nota: entender “experimental” como algo raruno, entendido como una voluntad de romper con los códigos convencionales del género).
La prosa de EnJoe es correcta, yo diría que “eficaz” sería el término que mejor la definiría, aunque no creo que está a la altura de un premio literario de prestigio. Es cierto que el japonés no ganó este galardón con Self-Reference Engine, y que no conozco otras obras suyas para juzgar su estilo, pero basándome en lo que he leído, no destaco precisamente su forma de escribir que es redundante y auto-referencial.
“Of course, there is also an actual reason why I have come to believe this. Of course, we had been that way for a long time without ever thinking we even needed some kind of a reason, still able to believe in something, till at some point we got to now,where most things seem to have no reason for a long time, and I think this must actually be something quite special.”
Forzar el lenguaje de esta forma suele ser arriesgado porque no da pie a que el lector se acomode en el proceso de interpretación del texto, sino que lo mantiene siempre alerta, algo que no siempre se agradece. Puede resultar una lectura incómoda en muchas ocasiones, siendo necesario volver sobre ciertos párrafos para comprobar el sentido de lo escrito. No digo que sea difícil comprender el lenguaje, sino entender plenamente lo que insinúa.
Probablemente mis compañeros Elías y Alex puedan con mucha más propiedad y conocimiento de causa que yo sobre los aspectos científicos, históricos y culturales de Self-Reference Engine. Me limitaré a señalar que desde un principio me atrajo más las cuestiones filosóficas que plantea que la incómoda prosa del japonés. EnJoe juega a ser Wells y se inventa un mundo en que viajar en el tiempo es no solo posible sino inevitable. Como buen físico teórico sabe que se enfrenta a los problemas derivados de las paradojas temporales, por lo que decide utilizar esta idea como piedra de toque proponiendo un multiverso en que distintas líneas temporales coexisten y a menudo se entrecruzan. Problema resuelto, porque así todo es posible o, al menos, no hay nada imposible. En este escenario múltiple varios personajes viven experiencias paralelas en una realidad marcada por la existencia de conciencias superiores llamadas giant corpora of knowledge que podrían entenderse como “las gigantescas entidades de conocimiento”. Aunque EnJoe se cuida de no explicar exactamente qué o quiénes son, no duda en hablar de ellos constantemente. Se trata de humanos con capacidades cognitivas superlativas que llegan a convertirse en conciencias semi-divinas que aparecen en el universo múltiple del japonés de la misma manera misteriosa a como desaparecen. Su llegada y su partida no se explican, tan solo se describen los efectos de su presencia.
Las primeras 10 historias incluidas en “Nearside” hablan de acontecimientos extraños sucedidos antes del Evento, un momento en el que los giant corpora of knowledge deciden intervenir activamente en el universo, dando lugar a un multiverso. Hay historias que pueden encuadrar dentro del absurdo: “Freuds”, en la que 22 Sigmun Freud aparecen debajo de los 22 tatamis de la abuela recién fallecida del narrador; “Ground 256”, donde los objetos domésticos se clonan a sí mismos espontáneamente inundando los hogares; o “Box” en la que una misteriosa caja negra reúne todos los años a una familia que tiene que moverla en una determinada dirección con un único movimiento (¿es un puzle? ¿es una broma pesada?). Mis favoritas son: “Bullet”, una chica dispara su revólver a diestro y siniestro con el objetivo de acabar con la vida de quien le disparará en el futuro, y la dejará con una bala alojada en la cabeza; “A to Z Theory”, o la historia de una Teoría General que explica la realidad, el sueño de cualquier físico, que una vez desentrañada, deja de poder aplicarse al universo porque éste cambia súbitamente. Hay extraños casos, como el de la historia “Bobby socks”, en la que descubrimos que los calcetines son seres pensantes y que un señor aparentemente normal puede mantener una conversación delirante con uno. Yo encuadraría esta historia en un surrealismo más propio del Weird doméstico que de la ciencia ficción.
En “Farside” se recogen historias más directamente relacionadas con los giant corpora of knowledge como en “Contact”, “Bomb”, “Yedo” o “Dissapear” entre otras. Una de mis favoritas es “Sacra”, en la que se explora la posibilidad de que estos seres se auto-supriman del universo. Pero sin duda, la historia que más me ha gustado de todas las veinte es “Echo”, en la que la receptora de tres Premios Nobel mejora artificialmente de su cerebro y termina prescindiendo de su cuerpo orgánico para descargar su conciencia en una caja negra de metal. Varada en la arena sirve de juguete para los niños que se divierten en la playa y, aunque les habla, nadie comprende su lenguaje. EnJoe se aleja de cualquier consideración sentimentaloide y establece una historia que plantea cuestiones interesantes relacionadas con la identidad del ser humano o el alcance y/o límites de la biotecnología.
“What Echo is speaking are the words Echo herself developed to understand the horizon that was known to Echo, within Echo´s own sandbox.”
Justamente este relato sirve para abrir el tema que creo subyace en la mayoría de los relatos, más allá de los temas ciencia ficcionales, fantásticos o Weird. El japonés examina en cada historia las capacidades del ser (humano o aumentado) para entender su realidad y comunicarla a través del lenguaje:
“She was not interested in the question of whether things that are clearly known can be clearly communicated.”
Nos moveríamos en el terreno de la filosofía del conocimiento (no voy a decir “epistemología” para no asustar a nadie) y del lenguaje. Es como si EnJoe suscribiese la idea de Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” , una idea que Sapir y Whorf desarrollarían apostando por el idioma como determinante del pensamiento. El autor explora los límites de ese conocimiento, cuestionando una y otra vez sus propias afirmaciones, poniendo en tela de juicio lo dicho, e incluso lo percibido, por los personajes de las historias. Siguiendo un razonamiento aparentemente lógico y explotando una argumentación deductiva, propone que el lenguaje sea un programa que se ejecuta sin necesidad de hardware, como en el relato “Tome”. En este sentido ¿sería el ser humano un programa dentro de una simulación informática?
Como veis, se trata del tipo de temas que pueblan el tiempo libre de los investigadores de física teórica. Habría muchos otros temas sobre los que podríamos especular, pero supongo que cada lector tiene sus querencias y sus fobias e interpretaría esta obra de acuerdo a ellos.
Me quedo con el título para una reflexión final. No creo que esté elegido al azar: Self-Reference Engine no es Self-Reference Machine. La elección del término “motor” es deliberada ya que EnJoe entiende su obra como un generador de ideas que transforma al lector en un agente activo. Es un texto sobre el que se puede volver ad infinitum para sacar nuevas conclusiones y descubrir referencias secretas. En líneas generales me ha gustado, unos relatos más que otros, aunque eso es lo habitual en este tipo de colecciones. Ya he comentado en Goodreads que no lo recomendaría a cualquier fan del género, porque no es una lectura cómoda y hace falta estar motivado para disfrutarla.