Ya sabéis que el blog es un ser sensible. Yo diría que es hasta sentimental. De otro modo, no entiendo que se le salten las lágrimas leyendo cada mañana las ventajas nutricionales que aparecen en los paquetes de cereales. O que se emocione con las explicaciones de montaje de los muebles de IKEA. Dice que las listas de ingredientes o de instrucciones son poesía para sus oídos virtuales. No sé.
Creo yo que las enumeraciones, cuanto más anodinas y triviales, más le enternecen. El blog me explica que hay un universo eternamente bello escondido en la simplicidad de los datos. Como yo no soy virtual, no puedo apreciarlo.
Otra trilogía
Todo esto viene a cuento porque me vio consultar una lista de los escritos de Peter F. Hamilton, cuyo título El Vacío de los Sueños (Editorial La Factoría de Ideas) he terminado de leer. Este prolífico autor británico de ciencia ficción se caracteriza por desarrollar novelas de una extensión considerable, plagadas de descripciones minuciosas, tanto en lo que se refiere a la acción como a los más mínimos detalles de sus personajes. Vamos, lo que hace al blog lagrimear como loco.
Según tengo entendido Hamilton (no confundir con su paisano corredor de Fórmula 1) está “especializado” en la ópera espacial, el sub-género de la ciencia ficción dedicado a las historias de aventuras situadas en planetas remotos o en el espacio y que apoyan su trama en conflictos de carácter heroico. Es precisamente esta última dimensión del sub-género la que genera la marca, el sello inconfundible de este autor diferenciándole del resto de los creadores. Hamilton introduce innumerables referencias fantásticas en sus trabajos, de manera que a veces uno tiene la sensación de no saber si está leyendo ciencia ficción fantástica o fantasía ciencio-ficcionada.
En El Vacío de los Sueños existen más de una docena de personajes cuyas tramas se mezclan las unas en las otras, aunque solo sea a veces de una manera tangencial. Esta elevada presión demográfica del libro es ejemplo de la maestría narrativa de Hamilton, aunque a unas almas tan simples como la mía y la del blog nos resulta un tanto inquietante. A veces no conseguimos encontrar los lazos de unión entre unos y otros y la impaciencia nos consume. Es lo que tiene procesar información con una sola neurona, en mi caso, y ser hiper-sensible, en lo que respecta al blog.
El Vacío de los Sueños es la primera entrega de una trilogía (como no, el Universo no se entiende hoy en día sin tríos) en la que se cuentan las vicisitudes de un universo dentro de otro. Así empieza: apostando fuerte. La mente de Hamilton crea un universo oculto en un espacio vacío, semejante al interior de un agujero negro, que se expande. En realidad, la novela se compone de dos historias: lo que sucede dentro de dicho vacío, en Querencia; y lo que tiene lugar fuera, en el universo de la “Commonwealth”.
Fantaseando con la ciencia ficción
La trama protagonizada por Edeard dentro del vacío es cuanto menos legendaria: un aprendiz con habilidades superiores se enfrenta a numerosas situaciones extremas en una época medievaloide que lo llevan a elevarse como líder de las fuerzas de orden público. Se trata de una auténtica historia épico-fantástica, localizada en un mundo idílico pero en el que, extrañamente, la violencia se deja ver a la vuelta de cada recodo. Lo que no entiendo es que Hamilton revista a este universo de un halo bucólico con el que ciertos elegidos del universo exterior, el de la Commonwealth, sueñan. Si tan maravilloso es ¿cómo es que hay tantos bandidos que asaltan, asesinos que matan y criminales que violentan? Y lo que aún me parece más extraordinario ¿por qué querría alguien vivir en un sitio así?
A ver si me explico: Íñigo, el “primer soñador” y ciudadano de la Commonwealth, se erige como gurú de una nueva religión que organiza a quienes creen en una vida mejor dentro del vacío, la Querencia de Edeard. Y sí, hay un montón de personas dispuestas a creer en ese paraíso porque son capaces de compartir los sueños de Íñigo a través de una red global de emociones.
Lo que Íñigo sueña son las andanzas de Edeard. El blog me lo explica para que mi única neurona sana lo entienda: es como si yo soñara que dentro de un agujero negro recién descubierto vive Merlín cuando aún era un aprendiz de mago. Si fuera capaz de compartir mis sueños con millones de personas y todos los “creyentes” inventáramos una nueva religión, estaríamos en la misma situación que los adeptos del culto “Sueño Viviente” descrito por Hamilton. Entonces, yo como líder máxima organizaría a mis seguidores para viajar al agujero negro devorador de este universo y vivir en ese mundo poblado de magia, señores feudales, violencia gratuita e incertidumbre…
En serio ¿quién querría vivir en ese mundo? Tampoco se vive tan mal en la Commonwealth, si volvemos a la historia de Hamilton. Hay luchas de poder, distintas razas de criaturas pensantes, incluso distintos estratos de seres humanos, pero nada que hiciera la vida tan insoportable como para preferir ser engullido por un agujero negro para despertar en un universo legendariamente agresivo. Yo, no lo entiendo. Pero no culpo al escritor británico. Lo achaco a la capacidad limitada de mi solitaria neurona. Mezclar fantasía y ciencia ficción es la característica diferencial de Hamilton.
Qué queréis que os diga, prefiero la parte que habla de los avanzados Raiel, de los humanos múltiples (una personalidad compartida por un número indefinidos de cuerpos), del rígido Imperio Ocisen, así como de los longevos Jadradesh, entre otros. También me parece interesante la noción de una comunidad de seres humanos “Avanzados”, que han decidido alterar su ADN para incorporar mejoras fisiológicas. La última expresión de este tipo de tecnología aplicada a la optimización de las funciones humanas está representada por los “Elevados”, humanos despojados de sus cuerpos orgánicos que viven de espaldas al resto de la Commonwealth en una especie de realidad virtual perfeccionada. Aquí, tengo que quitarme el sombrero y conceder que Hamilton es capaz de inventar conceptos interesantes desde el punto de vista narrativo y pseudo-científico.
Yo no me considero una abanderada del feminismo y creo que el blog -es curioso pero aún no sé si es masculino o femenino- tampoco. Sin embargo, hay una parte de la narración que chirriaba enormemente mientras la leíamos. Araminta, uno de los personajes mejor construidos y pieza clave de la novela, es seducida por Likan, un rico tecnócrata que intenta convencerla para que forme parte de su harem. Quizás se trate de dar rienda suelta a alguna fantasía erótica masculina… o incluso femenina, pero me costó leer esa parte sin hacer muecas de disgusto. Utilizar a estas alturas un estereotipo tan manido como el de un macho alfa pertrechado en su harem de féminas sumisas, algunas de ellas programadas de manera artificial para servirle, me parece poco original. No estoy tan en contra del estereotipo machista como de la falta de originalidad.
En definitiva, los mundos esbozados por Hamilton en El Vacío de los Sueños están poblados de personajes interesantes que cargan a sus espaldas líneas argumentales repletas de posibilidades y que estamos deseando descubrir en los siguientes novelas de las saga: “El vacío temporal” y “El vacío evolutivo”.
Para aquellos de vosotros que os estéis preguntando desde el comienzo del artículo si las lágrimas del blog son similares a las humanas, os contestaré que no… a no ser que los humanos dejemos caer pixels cuando lloramos…