El hombre que sueña el monstruo para sobrevivirlo

Rescato esta reseña que escribí hace tres años sobre A Man Lies Dreaming de Lavie Tidhar porque la editorial española Kailas acaba de publicarla en español con el título Un hombre Sueña Despierto.

Escribir ficción especulativa sobre una figura histórica supone asumir el riesgo de alejarse del personaje histórico y serle infiel a la Historia. Eso es precisamente lo que hace Lavie Tidhar en A Man Lies Dreaming: toma el personaje más icónico, conocido y odiado de toda una comunidad religiosa, de buena parte de Occidente, y de una nación relativamente joven, y crea una ficción alrededor de los aspectos de su personalidad anterior a su llegada al poder. Tidhar es valiente y el personaje que escoge es Hitler, al que llama Mr. Wolf durante toda la narración. Y a mí, me gustan los escritores valientes.

Lavie Tidhar

Esta novela forma parte de ese tipo de obras que ilustran la acción terapéutica de la ficción: inventar para sobrevivir. ¿De qué manera se puede subsistir en un campo de concentración, siendo testigo y/o víctima de atrocidades a diario? Cuando uno es un escritor de novelas pulp, como es el caso de Shomer, soñar que el responsable último de tu denigración es un perdedor al que sus enemigos humillan y vejan es quizás la única manera de mantener la mente a salvo en un campo de concentración. Cuidado, que a partir de ahora, hay algún espoiler. Shomer -basado en un autor israelí  que murió antes de la Primera Guerra Mundial- desarrolla una historia de detectives en la que Mr. Wolf aka Hitler es un investigador privado contratado por una rica heredera judía para resolver la desaparición de su hermana. Wolf vive en el exilio en Gran Bretaña, apartado de sus antiguos camaradas, después de que el partido comunista alemán ganase las elecciones. En realidad Wolf “malvive” con un trabajo que le permite subsistir en la frontera con la indigencia, solo, rodeado de algunos libros. Nunca llegará a ser lo que históricamente fue. La necesidad lo empuja a aceptar el encargo del enemigo, encarnado en la rica heredera judía. La estructura de la novela es más compleja de lo que parece en un primer momento. Lavie Tidhar utiliza la primera persona de una forma que me ha parecido muy ingeniosa: en las entradas de un supuesto diario de Wolf en el que habla de sus sentimientos y vicisitudes a lo largo de la investigación. Es decir, lo más “fantástico”, entendido como lo menos realista, está contado en primera persona en una maniobra arriesgada pero de la que Tidhar sale muy airoso. El lector es capaz de conocer las sensaciones de Wolf ante las humillaciones que sufre, así como otros aspectos de su personalidad, sobre todo en lo que a su relación con las mujeres y con el sexo se refiere.

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La tercera persona se utiliza para hacer avanzar la investigación detectivesca y es también el punto de vista escogido por Tidhar para los fragmentos en los que se cuenta someramente las vivencias de Shomer en el campo de concentración. En estos fragmentos hay algunas de las frases más extraordinarias de la novela:

Men die like smoke. Time ebbs and congeals like dirty, slushy snow. Suns rise and fall, days turn to nights, trains come to a stop, men die. Across this vast camp children still clutching their dolls are escorted to showers from which no water comes but gas and gassed they are taken out in wheel-barrows, arms soft and flaccid, eyes glassed, their mothers and fathers lifted up and placed before the Soderkommando whose job is to extract their gold teeth, search their cavities for hidden valuables, shear their hair for the war effort, to strip the corpses clean.

Para mí, el escritor israelí es doblemente valiente porque no se deja amedrentar por las proporciones ciclópeas de la figura que ha escogido como protagonista. Precisamente le pregunté sobre este punto y fue lo suficientemente generoso como para responder (nos conocimos en persona en la LonCon14 celebrada el pasado Agosto). Le comenté que me parecía muy complicado escribir no solo sobre un personaje histórico y polémico que casi todo el mundo detesta, como es el caso de Hitler, y que sería muy fácil caer en la caricatura. En la novela queda patente que él se había documentado extensamente sobre la vida el líder nazi, consultando incluso testimonios escritos por sus amigos de la infancia. Me interesaba saber cómo consiguió crear un personaje creíble a partir de alguien como este Hitler perdedor y de una manera que el lector casi llegara a empatizar con él en algunas ocasiones. Aproveché para preguntarle también por su forma de trabajar los personajes para dotarlos de una voz propia, fácilmente reconocible. Él me contestó: “Bueno, probablemente se trate de una caricatura, si te soy honesto. No sé, hubo algo horrible, casi… divertido a la hora de escribir un personaje tan monstruoso, desprovisto de cualquier atributo que pudiera redimirlo. Creo que lo divertido de Hitler sería un Hitler sin poder. Para mí, el libro es una especie de comedia. Todas esas vejaciones que tiene que soportar… Es gracioso.” “Pero, ahora más en serio, sí quería escribir sobre un Hitler anterior a 1930. Este es solo un Hitler potencial. No creo que se pueda menospreciar a alguien y llamarlo simplemente “villano”, como si saliera directamente de las páginas de un cómic. Hay que intentar comprender a la gente, profundizar en qué los hizo convertirse en lo que llegaron a ser. Se trata de desarrollar, no diría yo que simpatía por el personaje, pero sí una cierta empatía, al menos.” “No siempre sé cómo dotar a un personaje de una voz propia. Wolf, en “A Man Lies Dreaming”, ha sido uno de los más fáciles en ese sentido, porque me he sentido muy libre a la hora de escribir sobre alguien tan despreciable. Lo que me preguntas es una cosa a la que me enfrento cada vez que me pongo a escribir un libro, por lo que no estoy seguro de que se pueda responder con facilidad.” Mi amigo Miquel Codony -cuya reseña de esta novela en su blog La Biblioteca de Ilium podéis consultar aquí– que me lió para que leyera esta novela (y al cuál le agradezco que lo hiciera, aunque no tuvo que insistirme mucho, la verdad sea dicha) me ha propuesto que le conteste a una pregunta: “¿Hasta qué punto crees que la eficacia de la novela depende de la carisma de su protagonista y hasta que punto crees que el carisma de su protagonista depende de lo que sabemos en realidad de Hitler? Es decir, ¿si fuera un personaje 100% ficticio, lo valorarías igual?” Mi respuesta es que la novela funciona porque todos sabemos quién es Hitler, lo que hizo y las consecuencias de sus actos. Tidhar juega con ese conocimiento colectivo sobre el líder nazi y nos propone adoptar una perspectiva nueva ante un sujeto que nunca llegó al poder, que vivió marginado y que sufrió vejaciones porque no tenía los medios para controlar la situación. Si fuera un personaje ficticio, no comprenderíamos qué hubiera supuesto para él carecer de poder, porque nuestra imagen mental compartida es la del dictador autoritario y cruel. Sentimos un placer especial al verlo sufrir, sobre todo cuando es humillado y maltratado por quienes sabemos que fueron históricamente sus víctimas. Se trata de un dulce resarcimiento que sirve para “canalizar” la animosidad hacia figuras conocidas por su crueldad. Es un poco como los chistes sobre Franco o sobre Kim Jong-un. En definitiva, un mecanismo terapeútico.

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Literatura «Stalag,» libros de porno publicados en Israel en los 60´s que describen relaciones sádicas entre mujeres nazis a cargo de campos del Tercer Reich y los prisioneros

Mi amigo Josep María Oriol, que también se animó a leer la novela y a comentarla simultáneamente, ha escrito también la correspondiente reseña que podéis leer aquí en su blog El Voracilector. Me ha preguntado al respecto: “¿Qué te ha parecido el papel que Tidhar ha asignado a la mayoría de personajes femeninos que aparecen en el libro?”. Mientras disfrutaba de la lectura, en algún momento sentí que las mujeres eran representadas de una manera negativa, que eran muy sádicas y crueles. Después de reflexionar un poco, creo que se trata de un efecto buscado por Tidhar para equilibrar la balanza de los personajes. ¿A quién elegir como verdugo de una víctima como Wolf? Por supuesto, a quienes fueron sus víctimas, y no me refiero sólo a los judíos sino a las mujeres, con las que Hitler tuvo relaciones complicadas. A pesar de que se ha especulado sobre las preferencias sexuales del austríaco, no se ha llegado a demostrar que no fuera otra cosa más que heterosexual, aunque es cierto que dos de sus amantes reconocidas se suicidaron, otra lo intentó sin conseguirlo y una cuarta murió de las secuelas que le provocó un intento de suicidio. Hay personajes masculinos tanto o más crueles en la narración, pero los de las mujeres sirven para resaltar –con gran acierto, añado yo- los aspectos más controvertidos de la personalidad de Wolf/Hitler: sus ideas sobre el papel de la mujer en la pareja y dentro del estilo de vida nazi, la relación con su madre, etc. Asimismo, Tidhar hace un homenaje a la literatura que surgió en Israel en los años 60 conocida como «Stalag» en la que se representaban relaciones sado-masoquistas entre las hermosas guardianas de campos de concentración y los prisioneros de guerra de la Alemania nazi. He disfrutado mucho con esta novela, que me parece realizada con un cuidado exquisito. No solo la prosa de Tidhar es muy elaborada sino el ritmo, con la alternancia de la primera y la tercera persona y, dentro de ésta, los fragmentos a modo de diario, los protagonizados por el Watcher, o los dedicados a Shomer. La estructura es, a mi modo ver, uno de los atractivos de esta obra, así como la situación especulativa que propone, trabajada con mucha inteligencia y reflejo de una compleja realidad social como es la de la inmigración en la Gran Bretaña actual. En definitiva se trata de una magnífica novela, muy entretenida, bien pergeñada, interesante, repleta de acción y humor negro, que demuestra el buen hacer como narrador de realidades imposibles de Lavie Tidhar, en línea con obras anteriores como Osama o The Violent Century.

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