No sé si al que lea esto le pasará, pero a mí me resulta más sencillo hablar de las obras de los demás, declarar mi admiración, descubrir sus secretos… Porque no es fácil hablar de uno mismo sin caer en la presunción o en la falsa modestia.
Pero hoy no es un día para contemplaciones: hoy sale al mercado CloroFilia, una novela corta que la Editorial Cerbero publica en su colección Wyser de ciencia ficción. Con una impresionante ilustración de Cecilia G. F., esta historia es el fruto de mi colaboración con esta joven editorial gaditana dirigida por el incombustible Israel Alonso.
Esta novela se desarrolla en un mundo post-apocalíptico arrasado por un monstruo formado de infinitas partículas en suspensión. La vida, tal y como la conocemos, solo puede sobrevivir en hábitats aislados del exterior que se conocen como El Claustro. La historia explora principalmente los efectos de un encierro prologando en un grupo humano, y trata también sobre la locura colectiva. Hay música, mucha, que sirve para algo más que para deleitar los sentidos, y hay un joven, Kirmen, que es y no es humano.
Os emplazo a que descubráis esta historia y a que me hagáis llegar vuestras opiniones. Aquí podéis leer el inicio de la novela.
Cero.
El fin del mundo lo pilló con la muerte en la garganta y corriendo contra el viento. Objetos que volaban en sentido contrario, un estruendo envolviendo la escena, que era una herida en la realidad.
Tenía que seguir avanzando.
El polvo le impedía ver más allá de unos cuantos metros, pero el bordillo de la acera a sus pies le indicaba que se dirigía en la dirección correcta. A pesar de que era un hombre corpulento, a veces se veía obligado a agarrarse a una farola o a un quiosco para que la ventolera no lo levantara. Estaba obligado a luchar contra la furia invisible que lo estaba arrasando todo.
Tenía que llegar.
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