Actualizo esta entrada, aparecida hace justo un año, porque el sello Fantascy (Random House Mondadori) publica en español Embassytown del escritor británico China Miéville, y se merece que le quite un poco el polvo.
Al blog le encantan las manualidades. Puede pasarse horas construyendo una maqueta de la Torre Eiffel con cerillas. O pintando un elaborado trampantojo forestal en su habitación. O confeccionando bolsitas llenas de lavanda seca con retales.
Como acabamos de leer Embassytown de China Miéville, está tejiendo una alfombra. Sé lo que estáis pensando. ¿Qué tendrá que ver la obra del escritor británico con dedicarse al noble pero prosaico arte de fabricar alfombras? Ni idea. Honestamente, creo que al blog se la ido la olla. Por eso le pregunto, así a bocajarro, a qué viene tanto hacer nudos y elaborar tramas.
¿Habéis visto alguna la vez el gesto sereno, intensamente concentrado, profundamente sabio y dolorosamente paternalista de un maestro zen? Esa es la expresión del blog ante mi pregunta. Esta criatura virtual insiste en que Miéville es un artesano, como él. Me dice que es imposible entender Embassytown si no es como una obra multidimensional. Igual que un tapiz elaborado con una miríada de hilos. El conjunto no se sostendría si no fuera por cada hebra que se intercala en el momento y el lugar justos para crear un tejido lo suficientemente robusto como para aguantar los pasos de quienes lo recorren.
Una bella imagen, digo yo. No es un una imagen ni una metáfora, dice el blog. Es la realidad tal cual, como el lenguaje literal de los “Anfitriones”/Ariekei de Embassytown. Le pido explicaciones y el blog me ilumina mientras teje.
Dice el blog que la novela es un claro exponente del New Weird, ese género literario aparecido en los años 90 y con el que se quiere embotellar lo “imbotellable”. Estamos hablando de un conjunto de escritores que nacieron y crecieron en medio de la literatura pulp y que incorporan en sus obras elementos de la ficción especulativa, la literatura fantástica o el horror. Como explica el propio Miéville: Montones de niños leen libros sobre dinosaurios, monstruos acuáticos, dragones, brujas, alienígenas y robots. Esencialmente la gente que lee ciencia ficción, fantasía y horror no ha superado la necesidad de deleitarse en lo extraño e insólito.
Una novela multidimensional
La historia contenida en Embassytown es un entramado formado por hilos procedentes de varias madejas, continúa el blog, cada una de las cuales aporta un color y una textura necesarias para crear una malla consistente. La primera hebra conecta con la dimensión arquitectónica de la novela. Miéville es una auténtico demiurgo capaz de utilizar como origen de su universo particular La metamorfosis de Kafka. El británico ha imaginado un mundo en un lugar remoto de la galaxia en el que criaturas insectoides de gran tamaño, como la imaginada por Kafta, han desarrollado una cultura propia en la que las construcciones y la tecnología son orgánicas y en la que el lenguaje es dual y cuasi-estereofónico.
Otro de los hilos conductores de la obra son las relaciones políticas. Los avances tecnológicos de los Ariekei, los “Anfitriones”, y su situación alejada del centro de poder galáctico convierten al planeta en una colonia estratégica para los intereses de los dirigentes políticos. Habrá quienes aprovechen los acontecimientos de la trama para desencadenar una revuelta contra los colonizadores, esgrimiendo razones enmarcadas en un cierto idealismo utópico. Se puede apreciar un guiño de Miévielle a los movimientos de rebelión de la primavera árabe e incluso a las manifestaciones de indignados organizadas en muchas ciudades occidentales. El escritor, públicamente afiliado a la izquierda, no tiene reparos en difundir su visión sobre la actualidad política, económica y social, tanto en su página web http://chinamieville.net/ como en los artículos que publica periódicamente en los medios http://www.nytimes.com/2012/03/04/magazine/china-mieville-london.html?pagewanted=all.
Lenguaje viviente
Los “Embajadores” no son meros representantes diplomáticos de la especie humana ante sus “Anfitriones”/Ariekei, me recuerda el blog, sino que son auténticos codificadores y descodificadores lingüísticos vivientes. De este hecho, uno de los aspectos más importantes de Embassytown tiene que ver con su dimensión socio-idiomática. Hemos leído, el blog y yo, no pocas reseñas en las que se analizan brillantemente las implicaciones semióticas de esta novela en la que el lenguaje de los “Anfitriones”/Ariekei es quizás el personaje principal. La complejidad del idioma alienígena implica la dedicación de recursos humanos y materiales a la formación de unidades duales humanas capaces de entonarlo.
La dificultad estructural del idioma reside en su naturaleza literal, en la que solo hay cabida para la función referencial de la comunicación: los contenidos transmitidos en los mensajes aportan información sin adornos ni emotividad añadida. Su lenguaje es ruido organizado, como lo son todos los nuestros, pero para ellos cada palabra es un colector. Mientras que para nosotros cada palabra significa algo, para los “Anfitriones”, es una apertura. Una puerta a través de la cuál el pensamiento de ese referente, el pensamiento que alcanza esa palabra, puede ser visto, explica el propio Miéville en la novela.
Es evidente la influencia de libros como Los Lenguajes de Pao de Jack Vance,Lengua Materna de Suzette Haden Elgin (editorial Ultramar), Los desposeídos de Ursula K. Le Guin (editorial Minotauro), La Historia de tu Vida de Ted Chiang (publicada por Bibliópolis). Empotrados de Ian Wilson (editado por Martínez Roca),1984 de George Orwell (publicada por las editoriales Austral y Destino), la novela corta Gulf de Robert Heinlein, Los propios dioses de Isaac Asimov (DEBOLSILLO), Los herederosde William Golding (Minotauro), El extranjero deC.J. Cherryh (La Factoría de las Ideas), Snow Crash de Neal Stephenson (Gigamesh) o incluso Himno de Ayn Rand (Grito Sagrado).
Embassytown, los libros mencionados y el episodio “Darmok” de la quinta temporada de la serie televisiva Star Trek: La nueva generación http://www.youtube.com/watch?v=58_xp8dGy5Q examinan la relación entre la lengua y la manera en que las civilizaciones conceptualizan la realidad y se relacionan con el medio.
Sin saberlo la protagonista encarna un símil dentro del sofisticado idioma de los “Anfitriones”/Ariekei. Es decir, es parte viva del lenguaje y su presencia se hace imprescindible a la hora de que los insectoides comuniquen la siguiente noción: “Había una niña humana que adolorida comió lo que se le dio en una habitación vieja construida para comer en la que no se ha había comido desde hacía tiempo.” Avice es parte orgánica del lenguaje como concepto encarnado. Por lo tanto, su existencia queda ligada inexorablemente a la función comunicativa de los alienígenas, que solo pueden expresar verbalmente la noción que ella representa mediante su presencia. Aquí el significado se fusiona con su representación mental, su significante. Hay que ver lo bien que viene desempolvar los apuntes de Semiótica de la carrera, le digo al blog.
Buceo espacial, clones y etnicidad
El blog continúa su laboriosa tarea de desenredar esta novela apuntando en otra dirección: la historia se cuenta desde el punto de vista de Avice, una humana “immersora” que no inversora (no nos confundamos que no está la cosa como hablar del sector bancario) profesional que viaja por el “immer-espacio” y que resulta formar parte, sin sospecharlo, del lenguaje “Anfitriones”/Ariekei.
En este concepto del espacio interestelar se aprecian ecos de los navegantes de DunedeFrank Hebert (DEBOLSILLO) y de la malla energética cuatridimensional que Ian M. Banks describe en su serie dedicada a La Cultura, como en la novela Pensad en Phlebas (La Factoría de las Ideas). Hay decenas de referencias a otras obras del género, tanto literarias como audiovisuales, que inciden sobre la forma de viajar por el universo a velocidades relativistas e incluso instantáneas, pero el blog acabaría su alfombra mucho antes de que pudiéramos comentarlas todas.
Los “Embajadores” son criaturas duales, formadas por una pareja de clones específicamente diseñada con el objetivo de convertirse en el vehículo que permite entablar una conversación eficaz entre los “Anfitriones”/Ariekei y los seres humanos. Los clones deben constituir una misma unidad mental a la hora de vocalizar conjuntamente el lenguaje de los alienígenas, lo que se consigue gracias a su semejanza genética y a la sincronización conseguida a través de implantes instalados en sus nucas. Una nueva dimensión de la historia de Miéville se perfila como otro hilo que forma parte del tapiz:el biopunk. Como en la pieza teatral Tú y yo somos tres del español Enrique Jardiel Poncela, el británico explora las relaciones intra-personales de los clones y su forma de interactuar con los demás. Cuando un nuevo “Embajador” sorprendentemente formado por dos personas y no dos clones se estrena en sus funciones, asombrosos acontecimientos se suceden.
De la mano de este giro argumental, el blog me desvela otra hebra que hilvana el conjunto. El lenguaje hablado por el inesperado “Embajador” se convierte en el origen de una revolución en el seno de los “Anfitriones”/Ariekei. El acto comunicativo alcanza la misma intensidad que una homilía religiosa y se convierte en un nuevo tipo de droga, cuyos efectos son imprevisibles y violentos. Miéville indaga en los aspectos ideológicos, casi religiosos, del idioma, que se convierte en la novela en un instrumento de cambio social. La clave está en la incapacidad de los “Anfitriones”/Ariekei para mentir, es decir, para denotar conceptos abstractos y para formular reflexiones especulativas. Enseguida me viene a la memoria el largometraje La invención de la mentira (dirigida e interpretada en 2009 por Ricky Gervais) que tiene como protagonista el poder ficcional de la palabra, igual que la obra de Miéville.
El blog me muestra la última fibra que conforma el tapiz Miévillano y que conecta sutilmente con la dimensión arquitectónica mencionada al comienzo. Los “Anfitriones”/Ariekei, criaturas artrópodas, descaradamente avanzadas desde el punto de vista tecnológico e inexplicablemente literales desde el comunicativo, conforman una especie con una etnicidad inteligentemente construida por el autor. Su complejo lenguaje y sus prácticas sociales ofrecen una visión de una cultura alienígena desde una interesantedimensión étnica.
Una alfombra no sería tal sino fuera por sus flecos, que le proporcionan el encanto propio de cualquier objeto artesanal y una cierta sensación romántica de inconclusión. El blog lo sabe al terminar de tejer su tapiz y de explicarme la multidimensionalidad de Embassytown.
Podríamos seguir buscando y analizando las implicaciones ecológicas, ontológicas o metafísicas de la novela, pero éstas forman parte de los flecos de los que hemos hablado.
Tengo una alfombra nueva en mi casa. El blog no me deja ni pisarla. Le pregunto que para qué sirve si no puedo caminar sobe ella. Argumento que su función la pone literalmente a nuestros pies para ser usada.
El blog discrepa. Dice que ésta es para ser admirada, que es un complejo trabajo de hilado, armazón y composición, que no se trata de uno de los absurdos felpudos a los que estoy acostumbrada.
Me resigno a rodearla.